Mi primera pareja me acompañó después de cumplir la mayoria de edad, mas no esperé por voluntad, tanto fracaso social debería ser un delito. Así entonces, recuerdo a la chica con la nariz rota cuando intenté protegerla, a la hippie que supo mis sentimientos después de tener pareja, y a la que jamás hablé hasta que mostré un anillo. Tenía tanto por dar, pero pocas palabras y un infortunio de sobra.
La primera mujer que me quiso, lo hizo tanto como deseó, la segunda tanto como sabía y la tercera tanto como le permití. Hubo más mujeres, pero estas tres dejaron huella en mi líbido, me dieron lujuria, compatibilidad y calma, y nada de eso bastó. Huí cada vez que el hambre acechaba, siempre buscando saciarle con sabores de nube y sueños, de carne y caricias, que terminaron por dejarme en los huesos.
Dicen que soy un superficial porque me cautiva un bello rostro, mentiroso aquel que no tenga primera impresión. Idiotas quienes pelean cada semana y dicen ser almas gemelas. Ingenuos quienes dejan las conversaciones para la cama.
Para mí, no hay quien perfecto, no hay mejores rasgos. Dejemos la ingenuidad y las idioteces, y tengamos un amor como debe, cautivador en cuerpo y alma, que inspire no sólo deseo, sino también ganas de vivir, de crecer como personas, de envejecer. Si eso me hace idealista, lo soy entonces.
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