sábado, 18 de marzo de 2017

Helena

Se hacía ya tarde para la fiesta. Mi terapeuta tiene muchos malos hábitos, alcoholizarse, fumar, el juego, pero hay uno que particularmente no me molesta: llevar a sus pacientes a sus parrandas. Esta vez, sin embargo, se trataba de algo más formal que una discoteca, era el cumpleaños de la hija de un amigo suyo. Helena cumplía los 18 años en un lugar repleto de mayores. Su padre, el escritor Armando Mon Ceviche, realizaba reuniones de sus círculos sociales cada que la ocasión lo ameritara, y eso incluía los cumpleaños de sus hijas. Así entonces, se proyectaba un escenario impresionante de empresarios, figuras políticas y... mi terapeuta, que estaba atiborrándose de canapés y champán.

A decir verdad, era imposible no sentirse incómodo. Me sentía un intento de hombre frente a tanto éxito y más aun, que nadie era menor de treinta, con la excepción de Helena y sus hermanas, esas brujas con cigarrillos combinando a la perfección con sus vestidos rudimentarios y sus parejas completamente fuera de lugar que me causaban náuseas. Pero Helena era diferente. Puedo pensar que don Armando decidió proteger más a su pequeña hija, y lo había conseguido. Se notaba en su timidez, en su elegancia y belleza inmaculada, su vestido azul que no mostraba más de lo necesario, todo en ella inspiraba recato, pero a mi me inspiró deseo. 

Me acerqué lentamente a su lugar, esperando mi turno entre tanta figura célebre e hipócrita que llegaba a saludarle, hasta que por fin estuve en su rango de visión, saqué una libreta y pluma, y empecé a escribir de su belleza. Efectivamente, terminé por llamar su atención y en un parpadeo, se encontraba frente mío preguntando lo que hacía. Nos sentamos un momento y platicamos como hacía mucho no lo hacía. Helena parecía disfrutarlo tanto como yo, quizás por razones diferentes, pues era la única persona con la que realmente podía hablar en aquel lugar. Todo iba tan bien que el tiempo pasó volando, y don Armando terminó por llevársela para realizar el brindis principal. Después de eso me desperté.

Desde ese día, empecé a buscar un terapeuta problemático pero agradable, en busca de la Helena de mis sueños, que sigue apareciéndose durante cada parpadeo.


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