Era el modelo de escenario perfecto. La noche se había encendido en el bosque, el frío era poderoso pero un aliado de las circunstancias, pues acercó a esas dos almas de a poco a la fogata, hasta que sus rostros quedaron iluminados por el fuego. Estaban solos, lo suficiente como para sentirse cómodos, acompañados del viento y de los sonidos ocasionales de la vida nocturna. No había espacio para el miedo, tampoco para razones, titubeos o tristeza, el alcohol los había corrido a todos e invitó a pasar al corazón.
El empezó a abrirse, a decir lo que de antemano ya se sabía, el secreto a oídos, el sentimiento más sincero que se ocultaba siempre tras una sonrisa conformista. Pero entonces, ella empezó a decir lo que tampoco era un secreto, y de poco, las estrellas se ocultaron, el frío se volvió cruel, la fogata se extinguió, la cerveza se metabolizó y en ese momento ni siquiera el bosque fue suficientemente grande para ocultar la tristeza. Ella lloró, el se quebró y a pesar de ser el escenario perfecto decidieron "quizás en otro momento".
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