sábado, 7 de junio de 2014
Vida de ardores.
La primera vez no sabía de que iba,
así que mostre una cara de desagrado;
tenía un cabello imposible y una sonrisa
que a mi parecer no podía ser sincera.
Recuerdo haberle soñado aquella fechas,
y un matrimonio absurdo haber llevado;
era muy joven para saber de la belleza
asi que lo tomé cual pesadilla.
Ella se mudo poco despues,
y entonces algo en mí cambió un instante;
ya no era mas un juicio de exilio,
sino mas bien el sentimiento de extrañarle.
Esa fue la primera vez de muchas,
en las que caeria encantado por una mujer;
cual maldicion había iniciado
mi busqueda de la alegria en otra piel.
La siguiente fue una chica callada,
de belleza incomparable hasta el momento,
pero mi recuerdo a veces falla,
si existía me es un misterio.
Su pelo era negro y dadivoso,
sus ojos dos taladros en mi cuerpo;
sus labios un bombón carnoso,
y su piel era la nieve del invierno.
La siguiente mujer fue un error,
una urgencia de querer al projimo;
una piel por la cual no sentí ardor,
ni en su rechazo un parafraseo.
Poco despues vino esa mujer,
de postura firme y deseos increibles;
de sed de justicia e igualdad absurda,
de palabras a las que era susceptible.
Su pelo era un chocolate suave,
y su piel un manjar exquisito;
sus ojos la inocencia y la esperanza,
lo que en este mundo ahora esta prohibido.
Esta vez el error fue para ella,
pues el tratarme le trajo desabrigo;
sangre, lagrimas, odio;
al final termino por alejarse.
Años mas tarde veía tantas mujeres,
y a tan pocas trataba por el miedo;
había aprendido a no dañarles,
haciendome obciso a mi deseo.
Fue hasta que conocí a la primera,
a la que decidí condenar con mi cariño,
aun si no sabía quien diablos era,
fue una alegria de riada y de desquicio.
Su sonrisa era una buena fachada,
y sus ojos disimulaban su lujuria;
sus labios eran un cuchillo sin filo,
su amor una granada sin su aguja.
Su miedo fue el cancer de mi vida,
y su orgullo los grilletes de mi ayuda;
sus sueños fueron el desborde del vaso,
que llenabamos en pugnas día con día .
Así sufri por primera vez la ausencia,
y odie a quien me fuese bella;
pero el tiempo curó y perdono mi ira,
así como tambien me olvidó de ella.
Conocí despues a la espontaneidad,
a mi descaro y a la misma imprudencia;
ví quien era a traves de ella,
y me presenté entonces como su fuerza.
Aprendí a amar en su presencia,
pero no como se ama a una pareja;
había pasado tanto tiempo conmigo,
que a deshora conocí su tendencia.
Le dañé como jamas hubiera querido,
y como yo nunca habría soportado;
condené mis actos indignantes,
a pedir perdon a lo divino.
Finalmente volví a mis comienzos,
donde ese cabello revoloteaba;
quizas ahora sepa amar el sueño,
y volverle entonces la mirada.
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