Aturdido del aire que me sopla,
consternado por el suelo en el que piso;
perdido entre el césped de mi patio,
enfrento al minotauro en mis sentidos.
Sacudo el sudor del día a día
y me entierro en la arena del delirio,
ahí el reloj se llena y yo me ahogo,
rasgando las paredes del empíreo.
Cazo a los fantasmas del pasado
y me escondo del futuro que es vecino;
el presente es un sordo estallido,
del que mis ojos se vendan con espinos.
Masacro las venas del afecto
y me desangró en el intento de suicidio;
corto los lazos que he cuidado,
en mis episodios de don Martirio.
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