martes, 11 de abril de 2017

Cuando te empecé a querer

El día que te empecé a querer no fue cuando te vi por primera vez, divertida de la vida con un crío de la mano, jugando al amor difícil, al cazador y al animal furtivo. No, ahí fui un expectador nada mas, un mediador de sonrisas y amarguras mientras que de mí se reían los amores, los amigos y mi reflejo en un charco, pero tu reías con todos, de todos menos de mí, dándome una pequeña tregua no solicitada, un respiro, un suspiro, una mirada y luego adiós.

Tampoco te quise en la noche eterna, en la "rendición" de los cuarteles que tanto habíamos forzado a mantener cerrados. Las puertas se abrieron y en el frío, dos cuerpos salieron y dos almas se encontraron y con ellos, el inicio de una confidencia y un silencio incómodo que terminó por alejarnos un momento por culpa incierta.

Cuando te empecé a querer, fue a las tres de la mañana de hoy, en mi cama y después de tu partida, buscando dormir y hallando tu recuerdo, tu silueta, tu risa que hacía eco en mi pecho, y desembocaba en mi boca aun perpleja, desentendida de la verdad que escribías en mí. Y me sentí solo, pero no como antes, no deprimido, sino ansioso, ansioso por volver a saber de ti, por tenerte cerca, al lado del pecho, frente a mi vista, expresando quien eres y yo impregnándome de ti.

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