martes, 11 de abril de 2017

Danza y lágrima

Cuando cayó la noche y me encontré solo en mi consciencia, el pasado se apareció en forma de pecado y el presente en forma de ángel con ceguera. Mientras la esencia del diablo bailaba y seducía, el ángel se mantenía a la distancia, esperando un no se que, quizás mi caída, quizás la del recuerdo que se cansaría de danzar y huiría a su letargo, a su guarida de demonios y deseos olvidados. Y así hizo, pero no fue solo, y llegamos a oscuras, con frío y cosas que decir pero ninguna palabra, solo manos, caricias vetustas y retrospectivas de tiempos, no mejores, no malos, sólo tiempos y eso fue suficiente para despertarlos y hacerlos nuestros un momento más.

Cuando la luz volvió y pude dejar el pasado atrás, el ángel seguía esperando, inmutable, sin pugna alguna contra mi caída y entonces noté algo. Me acerqué a él y me fijé en su boca, en su sonrisa amable que nunca cambió, siempre presente para mí, redentora de mis errores, piadosa de mis pesares. Fue ahí que me eché a llorar.

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