jueves, 16 de agosto de 2012

Una linda mentira.

Todo pasó en una noche, un encuentro común y corriente, un saludo ameno y un te extraño en las manos que los leyeron. Nada que notar en particular. Las mismas manos que escribían, la misma distancia entre uno y otro. La Luna se ocultaba aquella noche, pero no presentíamos que era por el miedo de estar presente en tan crudo momento.


La misma ropa de siempre; un pijamas que no mostraba nada en especial, unos pies descalzos y un cobertor para el frío de los vientos del Sur. Los mismos ojos de siempre, unos falsos bañados de alegría, y unos simples queriéndose cerrar. 

Desde hace mucho que había roces. Las peleas son inevitables en cada relación, pero habíamos cruzado el límite de lo permitido. Era mas parecido a una batalla cada noche, en lugar del bello paseo por las flores que cada día nos estrecharía. Al final, el último argumento era cambiar todo. Cambiar la noche por el día, el te extraño por los besos, las manos por las lenguas, la distancia por la cercanía; la Luna por un Sol vivo, las pijamas por una ropa cómoda pero encantadora, los pies por zapatos, y el cobertor por unos brazos que calentasen el alma.

Hasta entonces, lo mejor era callar. Cual arresto, toda palabra se usaría en nuestra contra. Esa era nuestra forma de actuar. El silencio, el orgullo y el descontento eran moneda de cambio entre ella y yo; cosas tan pequeñas para nosotros que engorábamos inconscientes, ignorantes. Al final ese fue el despojo de las aves que cantaban, de las flores que acampaban.

Y las maletas se hicieron, los viajes se compraron, y llego cada quien a su destino. Y en la punta del encuentro, no estoy seguro de que pasó, un imposible, cosa del destino, una burla de la vida para el olvido. Ella no quiso hablar, yo no quise buscarle. Ella buscaba algo mas, algo que yo nunca le pude dar. Amor es una palabra muy fácil de pronunciar, pero difícil de entender. Si alguien pudiera definirla con palabras de seguro mentiría en su argumento. Y es que al final, cuando ames, no preguntaras, no dudaras, no desconfiaras, no reclamaras, no lloraras sino de alegría, no abandonaras, no engañaras, no dejaras de anhelar mas que su sonrisa, no morirás si la tienes a tu lado todavía, no defraudaras.

Son los 10 mandamientos de la prueba del amor que todavía, yo no he podido comprobar. Me gustaría aún creer que existe al final algo parecido a esta utopía de la cual yo sufro por atrapar entre los deseos de mi cobardía y la respuesta del cobarde.


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