jueves, 16 de noviembre de 2023

La serpiente bicéfala.

Se dice que cuando Hernán Cortés llegó a México, fue confundido con el Dios Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, cuya profecía auguraba su regreso en piel y carne para gobernar sobre los hombres. Moctezuma II así lo creyó, al ver como Cortés se las había apañado para ganar un par de batallas hasta su llegada a Tenochtitlán. No fue por ingenuidad en sí, sino superstición, al ser advenido por diversas señales que marcaban el final del reinado mexica, como lo fueron cometas, el incendio del templo de Huitzilopochtli y el desconocimiento de los caballos, asemejando a criaturas de dos cabezas cuando llevaban un jinete. Sin embargo, poco tiempo pasaría para que el Tlatoani divergiera al hombre del mito, empezando a organizar a su gente ante la posible amenaza de los invasores. 

El factor decisivo de la conquista, sin embargo, radicó en confiar en Ixtlixóchitl, hijo del anterior Tlatoani, Nezahualpilli, a quien indirectamente Moctezuma había arrebatado el trono de Texcoco. Ixtlixóchitl vio la oportunidad de hacerse con el poder al aliarse con los españoles y, a pesar de la barrera del lenguaje, logró idear un plan para mostrar su apoyo a Cortés, así como el peligro inminente que corría; y así hizo llegar un obsequio, el cual consistía en una pieza de madera forrada de turquesa, ostras y caracol blanco, representando una serpiente bicéfala. Y mientras que Ixtlixóchitl buscaba transmitir el razonamiento de Moctezuma sobre la doble identidad del señor español, Cortés vio las aspiraciones de un hombre por gobernar a su lado, pensamiento que más tarde, llevaría al texcocano a las puertas de la muerte.




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