martes, 26 de agosto de 2014

Estrellita.

Una estrella pequeña había bajado del cielo, reluciente pero insegura, palpitaba su brillo cual latido de pena. Sus puntas eran largas de apariencia, pero en realidad era por su densidad tan variable que se daba el lujo de mantener. Era un caso de desequilibrio, inerte entre emociones y decisiones, entre acciones y sentimientos, de sucesos y deseos. Sus ojos eran dos pequeñas joyas escondidas entre unos parpados ligeros y su cabello una rareza de blancos desvaneciendose en su cuello. Llevaba un vestido blanco que cambiaba de color con sus pensamientos, y sus piernas quedaban al descubierto, similares a las de una niña, pero se nublaba su roze con el suelo.


Recuerdo haberle preguntado porque había bajado a este suelo tan gris teniendo noches esponjosas y despampanantes. La estrellita sonrojaba y reía, y su brillo se volvía cálido a mi piel. Su respuesta era un silencio que raramente no intrigaba, sino que hablaba por si mismo. De cierto modo, sentía que podía identificarme con su distanciamiento del cielo y quise abrazarle a pesar del calor que irradiaba de su cuerpo; al acercarme, ella recobró el sentido de golpe y sintió temor de mi presencia, así que se tornó fría, escarchando mi mano, que era lo mas cercano a ella en ese momento. Sorprendido, retrocedí y mire mi mano entumecida, mientras que ella volví a mostrarse cálida y a reír; no es que disfrutase mi sufrimiento, realmente le agradaba mi compañía y a mí la de ella. Así, cálido en la distancia, y frío en la cercanía, era nuestra relación cada vez mas intima. 

Había  veces en las que buscaba forzar las cosas y la abrazaba a expensas de terminar al borde de la pulmonía; ella no estaba a gusto con ocasionarme tantos inconvenientes, pero sabía que mis intenciones eran el estar mas cerca. Lloraba. Muy en el fondo sabíamos que no podíamos compartir los mismos cariños, que había cosas que por mas lo intentáramos,jamas podríamos sentir. "El cielo puede no estar hecho para todos" pensé. A pesar de ello, abusábamos del tiempo vagando entre los lagos y los parques de diversiones, comimos hasta no haber nada que quisieramos probar, reímos de todo lo que tuviese una pizca de humor y hablamos por horas y horas...

A veces mirábamos al cielo, y en sus ojos notaba cierta nostalgia, la cual siempre trataba de ocultar mirando hacia el pasto y hablarme de cada pequeño insecto que se cruzase en su camino. Jamás quise dejar las cosas así, pero temía hacerle pasar un trago amargo a mi estrellita. Sonreía tan fácil y lloraba de igual forma.  

Hasta que un día llegó el momento que tanto rehuí, y en medio de la habitación un lago se daba origen y se helaba en un fino instante. Me acerqué con cuidado hasta su origen, temblando y apenas apto de mover mi rostro. Su cara se mostraba llena de impotencia; habíamos saboreado cada uno de los sabores de este mundo, jugado en cada uno de los rincones bellos y atroces, y habíamos apreciado cada vivido color y movimiento que había por ofrecer; pero sabía que faltaba algo importante. Sufría por no poder darme ese algo, y aunque quería decirle que todo iba a estar bien, ella sabía que en el fondo sentía el mismo dolor, la misma impotencia. Así la abracé por ultima vez, y creanme o no, por un momento sentí calidez entre sus brazos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario