Llegó cual invitado inoportuno,
y en su seriedad cortejaba el aire,
aclamándose la dueña de mis males
y de mis anhelos mas impuros.
Recordé mi cadena en turno diurno,
y bajo el árbol sus cadenas se mostrasen,
pero aun sus ojos calentaban la sangre
y enfriaban mi latido nauseabundo.
Jugué a caer bajo su embrujo
y cubrí mis ojos del desastre;
mi boca inmutada inteligente,
mis dedos torpes a su astuto.
Mis sueños alcanzaron el sepulcro,
y empuñe hasta escupir sangre;
tu silueta volteando en esa tarde,
tan lejos de mi amor ambiguo
Así busque en pie el auxilio,
y en rodillas el reencontrarte,
y acostado querer soñarte,
sentado a escribir sin desayuno.
Que difícil amar tu enturbio;
cuando de ti me enamorase,
tu a la libertad amases,
de todos menos del mudo.
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