Hoy encendí mi locomotora,
y entre el humo aspire tu recuerdo,
había un monstruo tras de tu sombra,
que de tu amante se había encubierto.
Admiro el disfraz y me asombra
que detrás de aquel gran esperpento,
tu solo vieras amor y rosas,
rosas que espinaban suaves dedos.
Tus manos manchaban la alfombra
y en su papel limpiaba el detrimento;
aun el quería creer en rosas,
para darte cada día sin tormento.
Ahora en cicatrices ya no brotan
esas rosas rojas de tu huerto;
el ahora siembra bellas moras,
que veneno esconden al hambriento.
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