martes, 1 de abril de 2014

La noche que la Luna no salió.

En un giro irónico el viento hoy cedió,
el Sol brilló sin fuerza e intermitente,
puesto a que la Luna no apareció
y trabajó un doble turno que convalece.

El héroe ha perdido de vista su castillo
y sus pies no quieren responderle,
fatigados de seguir un camino
lleno de flores, luces, y mares perecientes.


 Pasó tantas noches añorando el ocaso,
y el nuevo resplandor del día siguiente,
pero el Sol a su deseo no hizo caso
y su luz desgastó más que peligrosamente.

En un hilo poético sus ojos ya no cerró,
pues no quería volver a soñar perderle,
y en insomnios y locura alucinó
que ella jamas soñó con entenderle.

Y sus uñas torcieron y crecieron un anillo
que rodease el dedo del desfalleciente,
y se inventó casado con el destino
y la soledad que le deparaba consiguiente.

Olvidó que era lo sagrado y el pecado,
y vivió como un animal inexistente
alimentado de la muerte del ente dorado,
que ya no yacería mas sobre su frente.

Un día, la luna otra vez para él salió,
y el viento tocó sus mejillas para humedecerle;
el por fin cerró los ojos,
y volvió a soñar con quererle.



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