lunes, 23 de mayo de 2016

Ensayo 23

20 de Mayo

Se me ha olvidado por completo checar aquel memo. Hoy es el día de actividad deportiva en el Instituto donde laboro. Todos han venido de ropa deportiva, importando poco la edad o si a estas alturas de sus vidas son capaces de practicar algún deporte; y yo... bueno... yo vengo como siempre. Al lado del área de investigación y delimitado por una cerca, se encuentra el club deportivo del sindicato, diez hectáreas de áreas verdes que cuentan con campo de béisbol, pista de carreras, cancha profesional de soccer, frontón, alberca olímpica, chapoteadero, canchas de basket, de voleibol, y otro tanto de excentricidades que me ha valido ver. Me han dicho "una vez por año, nos permiten entrar aquí, pues en realidad solo tienen acceso continuo los sindicalizados", y a decir verdad, más que sentir celos, me limité a pensar "que desperdicio de lugar. Tanto derroche para un grupo selecto de personas que de seguro encuentran un lugar costoso donde mantenerse en forma". 

Me he limitado a permanecer sentado en una banca, alejándome siempre de la conmoción de cuerpos sudados y agitándose en el aire. La vista es maravillosa, el cielo es azul como rara vez lo es en la ciudad, el Sol por fin se asoma tras las nubes, los pinos me rodean como  con cierta idolatría, y así mi cuerpo cae entre la hierba, y mis manos tocan la tierra fría, y mis ojos empiezan a buscar al norte la forma de los sueños. Entonces, cada cierto tiempo, soy levantado por un "vamos, únete", pero mi respuesta siempre es la misma. Así llega la hora de la comida y por fin me digno a levantarme y a convivir un poco con la gente a mi alrededor. La comida ha sido variada, y como buen oportunista, me he jactado de probar cada uno de los platillos a expensas de mi estómago de pollo.

Finalmente y haciendo alusión a mi glotonería, he logrado retirarme prematuramente a fin de llegar a casa y lograr hallar a Alfredo, preparar algo de comer, reír un poco antes del descanso. En su lugar, hallé la casa vacía, con ese incómodo eco que dejan los hogares vacíos, con tal de sentirse uno acompañado. Entonces decido hacer una llamada.

Miriana llega una hora después. Le he pagado el taxi, le he invitado a comer, todo con tal de un rato de buena compañía. Una compañía muy corta sin embargo, pues viajará mañana en la mañana y el descansar le preocupa tanto o más que a mí. Aun así, la platica ha procedido más fluida que otras veces, más amena, mas vulgar, con ligeros aires pícaros que no pueden ser más que un juego a sus ojos y fuego a los míos. Más de una vez he estado a punto de robarle un beso, de decirle lo que siento por ella, que me ofrezca libertad, cuando en realidad busco cadenas; pero es  imposible. 

Ella me habla de su pareja, de sus absurdos, de sus peleas sin sentido y cada vez más atroces, de como ha venido hoy aquí buscando huir de ese desastre en casa, y de como aquel hombre está llorando en casa, incapaz de cambiar su actitud de mierda, pero también de vivir sin ella. Es un huérfano de la vida, un paria de sus propósitos, un bebé en un cesto que baja por el río y topa con las manos de Miriana. Y las besa, las saborea, ataca a sus pechos incapaces de lactar, y llora de desesperación, muerde, patalea, pero sabe que sin ella estará solo. Y ante esta ponencia, me encuentro con un camino abierto a su corazón en punto de quiebre, una confusión que puede girar a mi favor, pero nuevamente soy incapaz de aprovecharme. "Si ella ha de quererme como yo a ella, será una pelea justa entre el caballero y las cadenas de la princesa", aunque divago y pienso "como preferiría ser herrero a caballero". Otro día, otra excusa, y quizás mañana el problema sea que son felices juntos, o que ha llegado alguien más a su vida aprovechando su debilidad. Sólo el tiempo dirá lo estúpido que he sido.

Así llega la hora de despedirse, mientras que en el abrazo, me niego durante un instante a soltarle y dejar de disfrutar ese perfume tan sutil de su cuerpo. El instante termina, y ella sube al camión despidiéndose de mí por un mes, o lo que mi cuerpo soporte. Así cae la noche y aun en soledad, prendo el estéreo y coloco The Dark side of the Moon, y empieza la canción de cuna mas terrorífica que he tenido el privilegio de escuchar, y es que al borde del primer sueño, las voces ocasionales y fuera de lugar se escabullen en mi  cabeza, y me hacen sentir acompañado, como en una cirugía forzada, y yo atado de pies y manos mientras aquellos hombres de bata azul balbucean como empezar aquello que desconozco.

21 de Mayo

En la madrugada, las pesadillas logran volverse realidad, y mi estómago siente dolor y mis tripas se retuercen advirtiendo una situación desagradable. Así es como a las cuatro de la mañana pierdo el sueño y permanezco en la sala, en vela, esperando a que vuelva aquello que me han robado, mientras que mi mano izquierda está justo en la boca de mi estómago, y la derecha en el control remoto, con mis ojos uniendo mensajes encriptados al cambiar de canal, y mi boca murmurando una maldición a mi idiotez.

23 de Mayo

Soy esclavo de los impulsos, de las necesidades inútiles, del instinto desabrido, de las mujeres que no me aprecian, del sueño natural que jamas se sacia y el filosófico que en este momento no es más que una idea amorfa sin bordes ni colores. Me he privado de ser real o quizás mi personalidad es embustera, con un arsenal de máscaras para la ocasión y sin embargo, llega el momento en que ocurre lo inesperado. Entonces ninguna máscara encaja y sólo queda el espectro de mi pasado en el espejo, invitándome a volver a la oscuridad.

"Como quisiera ser real" susurra una voz en mi interior, escondida entre el remolino de parloteos, cláxones y ruidos repetitivos y sin dirección al que llaman música, mientras los pies de jóvenes y viejos marcan el ritmo con deficiencia y una pasión comparable como la de un niño que al ver un super héroe en la TV, decide saltar del tejado. Y la caída también genera un ruido, y llegan las ambulancias y la madre suelta en llanto todos los arrepentimientos que hace unos minutos ni sabía que sentía. El ruido desborda y entonces antes de llegar al hospital, el niño muere. Un día después llega el funeral y entonces... silencio... "Como quisiera ser real"..."Como quisiera volver a vivir".

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