jueves, 10 de marzo de 2016

Anfiteatros y vampiros.

Me he adentrado al coliseo,
desarmado hasta del mismo frío;
hoy no temeré a los elementos
hoy me impelo hacia el destino.

Aun no sé como mi paseo
ha acabado en la arista del camino;
me pregunto si así también Teseo
tembló tras entrar al laberinto.

Mis piernas son de fuego,
mis manos de un hielo maldito,
aunque en mi cabeza solo hay viento,
de piedra se volvieron mis intestinos.

Oh! deambulante del coliseo
a ti es quien más envidio;
del mundo no entiendes sus secretos,
pero bien que te ha flechado cupido.

Aun así, empiezo mi descenso
al revuelo de bestias-bizantinos,
y de poder saldré por tu cuello,
lleno de mordidas y caprichos.

Ora todo lo que sepas
porque yo no salga de aquí vivo,
estoy dispuesto a rebajarte
a lo más exánime del raciocinio.

Oh! dulce dama de las bestias,
solo a ti me postro vencido,
si en la cordura no puedo tenerte
permite asole mis sentidos.

Vil ironía bella amada,
es lo que no acepto en mi destino;
yo un héroe combatiendo
y tu besando al gris mendigo.

Mi piel se curte con la arena,
mientras a él le calientas con tu abrigo,
y tu sudor se impregna de sus vicios,
y su dicha se burla de los míos.

Te he adorado vampiresa,
más de lo que cala el talle herido;
deja a ese cateto adicto
o juzgame de hereje al crucifijo.

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