martes, 12 de enero de 2016

Ensayo 7

6 de Enero

 Madrugando con una acostumbrada costumbre familiar que a ciencia cierta desconozco donde celebran, y terminando con un viaje nauseabundo, así fue el seis. No hay mucho que decir, pero cada vez más, llego a la conclusión de que mi cama es para dos personas y que quizás yo no soy una de ellas.

8 de Enero

Carlos desborda de felicidad. A pesar de haber faltado a clases (lo cual realmente lo perturba) vomita flores y arcoiris por la visita de su querida. Se han dado un beso y eso lo tiene en modo de brindis con tequila. Al final, he sido el único que ha tomado y ellos por su parte se han ido a dormir. ¡¡Larga vida a la linda pareja!!

9 de Enero
Que poco duran los buenos momentos, pues de no hacerlo, no sabríamos lo buenos que fueron. Me topé con que Carlos hablaba de mí con Miriana a mis espaldas. En realidad, me hubiera importado poco cualquier posible defecto que le hubiera dicho de mi persona, pero insinuarle que buscaba algo sexual... eso sí que me pone en una situación incómoda.  Traté de hablar con ella al respecto, decirle que estoy lejos de desear algo tan mundano como sólo satisfacer un instinto, y que no hay razón alguna para el distanciamiento, pero una conversación es una tarea difícil cuando una de las partes no desea hablar. Puede ser que otro sueño burdo haya terminado abruptamente. Sólo queda para mis adentros que sería incapaz de conformarme únicamente con su libido; necesito sonrisas, arrumacos, protestas, tristezas, momentos para recordar, todo o nada.

11 de Enero

Me ha tocado ir a buscar posibles lugares para el servicio. Nervioso y a la vez dejado un tanto a la suerte, me asomé por el Instituto del genoma. Bonitas instalaciones, poco señalamiento, buena disposición; puede que de aquí sea. De todos modos, mi cuerpo y mente llegaron en pedazos al sofá, quizás como epifanía de lo que esta por venir.

12 de Enero
En una pila de escombros reside mi día, junto a latas que alguna vez albergaron productos tan complejos que es difícil nombrar como orgánicos, pedazos de carne putrefacta y a veces también, junto al cadáver de otros días. El camión no lo recoge; esta fuera de su ruta y por ende no es su obligación. Los vecinos se la pasan hablando de lo inapropiado que es la pila, pero al momento de actuar, a nadie le gusta ensuciarse. Yo los entiendo perfectamente, no me gusta estar ahí, pero de vez en vez, las botellas se amoldan a mi cuerpo, y la arena de aroma extraño amortigua cualquier ente desconocido que amenace mi torpe espalda. Por el momento, esto podría ser felicidad.


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