martes, 12 de enero de 2016

El pintor.

El hombre alegaba ser un artista frustrado, un genio en la inmortalidad y un mediocre en vida; tenía heridas en las muñecas, típico de un suicida en potencia o de algún inmaduro con falta de atención; decía poner sangre y alma en su obra, pues no había nada más en lo que fuese necesario. Se quejaba del mundo y de la hipocresía, pero en el fondo se sentía vacío, siempre en busca de alguien a quien amar sin ser herido. Para el psicólogo, no se trataba más que de un caso de esquizofrenia afectiva, por lo cual, lo trató entrando en su área de confianza, lo hizo sentir su amigo y de a poco fue cazando las inseguridades y los miedos del desgraciado joven.

Llevaban ya ocho semanas, cuando se dio por terminada la terapia. El joven, agradecido hasta la médula con su doctor, lo invitó a formar parte de su obra, e ignorante de lo que eso significaba pero seguro de que no lo volvería a ver en su vida, este aceptó. Así, llegaron a una casa a las afueras de la ciudad, un tanto sombría, un tanto común con el resto de la calle. Las ventanas estaban cubiertas por tablas de madera perfectamente apiladas, como protegiéndose del Sol o cualquier indicio del mundo exterior. Al entrar, se podía sentir un aroma desagradable, aparentemente debido a la poca higiene de su ex-paciente, pero no quiso hablar al respecto. Se sentó en la sala y aceptó una cerveza por cortesía, hablaron de arte, hablaron de la vida, y al final el joven se puso manos a la obra. Marchó a la cocina y volvió con un cuchillo y unas licoreras de cristal. El psicólogo exaltado, se precipitó de espaldas contra el suelo, tirando así también el sofá, y ahí temblando y sudando frío exclamó:

-¡¿Qué se supone que harás con eso?! !¿Es acaso una broma?!

-Todo lo contrario, usted me lo dijo. Mi arte tiene mucho futuro, no puedo dejar que termine conmigo. -Contesto con una tranquilidad tenebrosa. 

-No lo entiendo, ¿que piensas hacer conmigo?

-Es simple, si sigo usando mi sangre para pintar, no quedará nada de mí pronto. Y me ha dicho que podía contar con usted...

El hombre logró pararse, y corrió hacia la puerta principal, pero esta se encontraba cerrada con cerrojo. A expensas del peligro, corrió hacia él embistiéndole exitosamente, y empezó a buscar en otra habitación si hallaba algo que le sirviese, una salida, un arma. Topó una puerta, pero por los nervios no podía ni girar la perilla. Al lograrlo, rodó por unas escaleras que llevaban al sótano. Al volver en sí, deseó no haberlo hecho.

Se encontró con cadáveres colgados del techo, vertiendo gota a gota la pintura del artista. También había algunos ya putrefactos, tirados en una pila degollados, con algunas partes cercenadas en el monto.

-Al principio, no sabía que técnica usar, por lo que intenté primero cortarlos para conseguir pintura de cada parte, pero perdían mucha sangre en el acto. -Se oía la voz, mientras se bajaban los peldaños lentamente, como una melodía de terror y sangre. Horrorizado y apenas reaccionando, el psicólogo se trató de ocultar entre la pila de cadáveres.

-Luego comprendí que lo mejor era mantenerlos con vida, así podía crear heridas nuevas y obtener materia fresca. -Se oía mientras los peldaños generaban un eco atroz por toda la habitación.

Apenas logró aguantar las ganas de gritar cuando vio que los "cadáveres" que colgaban en el cuarto eran en realidad personas vivas. Probablemente drogadas, permanecían ahí sin movimiento alguno, apenas pudiendo respirar. Una joven  soltó una lagrima y susurró una súplica de auxilio.

-Ahí donde estas, se encuentran mis padres, mi mejor amigo y la chica que tanto le gustaba. Que desperdicio. Colgada esta la familia de a tres casas. Creo que ya conociste a la pequeña Sara. Quizás y se puedan conocer mejor, podría ponerlos al lado del otro si dejas de oponer resistencia.

-!!Eres un demente.¡¡

-No, tu me has curado. -dijo, mirándolo fijamente a la cara y clavando el cuchillo en el abdomen del hombre.




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