lunes, 28 de julio de 2014

El precio de los enamorados. Sol y Luna.

Quizás la mas bella historia de amor no fue escrita por Shakespeare, ni Shan Jehan; se remonta a algo que nació con la razón y con la percepción. 

Cuando el primer hombre surgió, aprendió a relacionarse con su entorno, y tomar estos factores a su favor para subsistir en lo salvaje. Aquellos que le secundaron, empezaron a comunicarse ya no solo con ruidos, sino con una especie de lenguaje que ampliase sus horizontes. Ya no era posible explicar tantas cosas con la garganta, era necesario avanzar. Así también aprendieron a enseñar y a transmitir su conocimiento como punto de referencia para el futuro. 

Poco a poco, las preocupaciones del hombre se fueron acabando, haciendo mas armónica su existencia y así el hombre conoció el descanso. Fue en uno de estos momentos, cuando un hombre por primera vez volteó hacia el cielo, y vio que había una luz amarilla que iluminaba el mundo que habitaba, pero que jamas podía ver. Cuando esta luz se iba, llegaba una tenue esfera brillante, que emanaba un halo de niebla a su alrededor. Algunos antes habrán visto estos entes y quizás pensaron que se trataba del mismo astro, una bola que apagaba su luz para que los animales pudiesen dormir; otros habrán pensado en dos gigantes que vivían persiguiéndose, sin ganas de atraparse nunca; pero este hombre vio algo mas. Vio a un amante en busca de su amada, dos seres incapaces de estas juntos bajo el mismo cielo, y destinados a sufrir una eternidad separados a los ojos de la vida. Ese día nació la mas bella historia de amor.

 Como toda buena historia, hace falta seguirla paso a paso, porque la curiosidad es un mal habito del hombre; así, el empezó a verlos moverse en el cielo, a frustrarse por su lejanía continua, y a reír por la fortuna que le brindaba saber. Algunas noches ella lucía mas delgada, y era esos días donde sentía que el Sol mas corría a buscarle. Cuando ella ensanchaba sus caderas, el hombre buscaba la reacción del Sol, pero siempre era algo tardía. Había noches donde ella no aparecía; en esos momentos el hombre desvelaba esperando su regreso, y soñaba que ella se había escapado de su lugar para ver al Sol. Otras veces, ella se tapaba con el paso de la noche, y a pesar de no saber que era un eclipse lunar, el hombre sabía que era un momento especial. Lo notaba en los animales y en las mareas. El mundo se inquietaba, el sentía que el Sol conseguía acobijar a la Luna porque la noche se volvía muy fría; pero aun así jamas los sentía juntos. 

Eran tan unidos y a la vez, tan distantes; el amor conocido hasta ese momento, se trataba mas de un instinto, una existencia irracional que surgía por simple inercia y desembocaba emociones de gran peso. Pero esto era mucho mas complejo, era un amor de lejos, que parecía simplemente no funcionar. 

Entonces un día, después de la caza, el hombre volteo a ver el cielo azul, y en el notó a la esfera deslumbrante con una sombra arrastrándose frente a el. Los animales empezaban a comportarse extraño, las plantas poco a poco se marchitaban, y muchos hombres temieron, pero el no podía dejar de mirar lo que estaba pasando; el entendía mas que los demás lo acontecido y cuando la sombra cubrió la luz del ente, por fin supo aquello que faltaba del amor. El sonrió y lloró de una alegría absurda y ajena. Cuando empezó a moverse la sombra nuevamente, un rayo de luz extremadamente fuerte irrumpió en los ojos del hombre, y su vista ardió y se volvió oscura por siempre. 


Aquellos cercanos a el se preocupaban por su ceguera y lo sermoneaban de haber visto aquello que no debía, pero el jamas se arrepintió. Por eso cada noche seguía volteando al cielo, mirando el recuerdo que le dejaron los enamorados, mientras que en el día lo revivía en sus relatos hacia los mas jóvenes. Cuando le preguntaban si no extrañaba la vista, me encantaría pensar que respondía: "Es el pequeño precio de los enamorados."

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