sábado, 19 de julio de 2014

Carta de arrepentimiento.

Hoy escribo para disculparme con aquellas personas que me amaron, a las que culpé de mis conflictos latentes, y a las que no supe simplemente amar; con quienes me abrieron las puertas de su casa, y a quienes les devoré el más mínimo centímetro de ternura. 

Me he mostrado como el martir de una mala comedia, atonizado por los imperfectos de los demás, haciéndome notar como un ser extraño pero correcto, y sumergiéndome en la mentira de mi vanidad. He jugado con los sentimientos, porque es increíble tener juguetes tan bellos; me he jactado de merecerlos y aun si mis palabras mostrasen humildad, por dentro solo buscaban seguir jugando tierno, como aquel niño que desconoce el dolor de los insectos, o como el animal que juega mordiendo a sus hermanos. 

Me dí el lujo de malas contestaciones y de criterios desfigurativos, porque desde que recuerdo he criticado y lo que pienso aprendí mal a no callarlo. Pensar y razonar no están ni poco cerca de asemejarse y esa es una verdad que siempre olvido, y con esa falta de memoria infortuna, también cause estragos en sus corazones. Merecía su ira y mucho más, pero el poner a prueba su cariño, lo comprometía a no colerizar mas de la cuenta; al final, bastaba con pedir disculpas para volver al punto de partida y reconciliarnos de esos malos tragos a los que casi siempre concurría. 

Abusé de la palabra mas compleja del hombre, y la exprimí hasta empezar a dudar de su valor, haciéndola notar como algo escaso en los corazones de los demás, así como un vacío en el mío. También lo usé como excusa para acabar con la inocencia que les habitaba y para poder saborear sus labios y esencias del espíritu. Cada segundo gozado, ahora me suena a una mentira del instinto para no estar solo. ¿Y como no temerle a la soledad, siendo un ser tan retorcido y tan inconsciente de sus crímenes? Cuando el reloj sonaba de día, nada por mi mente pasaba más que el deseo de volver a la cama, ausentándome del mundo; por las tardes buscaba el mimo de mis fervientes aun en la distancia; mas por las noches, me hastiaba y aun sin necesitar del sueño recurría a el como objeto de escape. Amaba la comodidad de mi mente, sin querer a alguien en verdad. No pienso endulzar las palabras, aun por mas crueles que sean, pues no es mi derecho excusar mis acciones a estas alturas. Causé daños irreparables a quienes lo único que querían era ayudarme y protegerme. Fui un niño para ellas siempre, pero solo hasta el final lo comprendieron.

Aun con todo lo que hice, mi mayor pésame fue enseñarles a alejarse del incierto. Conocieron sus consecuencias a través de mí y comprobaron la decepción con este cuerpo tan poco habilidoso para las decisiones. Aprendieron que el mundo puede ser cruel si es que lo buscas, y por lo mismo ahora noto que rehuyen del futuro, haciéndole frente al presente con seguridad y paso recto. Que gran hastío es no poder mostrado el otro lado del porvenir, y hacerles confiar en que el futuro y la promesa son cosas tan reales como mi absurdo. 

No busco perdón, ni mucho menos algún sentimiento agradable de su parte, pero si que sus almas estén en paz, sabiendo que los idiotas como yo son escasos en el mundo, y que los errores jamas fueron intencionales, sino mas bien provenientes de una genética irremediable. Que mas daría por haber sabido amarles...




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