Algún día dejaré de ser ese tonto
que busca el cariño agobiado de no sentir,
que exige los encuentros casuales
y se enamora fácil del alboroto.
Algún día tendré que soltar tu mano
y buscare la extraña mirada de los ciegos,
para ver si alguno te ha encontrado
y te ha querido tanto soledad.
En algún momento, no podré pedir perdón;
me dejaré de excusar en mi descaro
y recibiré los castigos pertinentes del asunto,
para que la risa vuelva mas fuerte a mis oídos.
Cuando el día llegue, no estaré mas aquí;
me habré ido a la mano de un nuevo final
y te extrañaré a veces, mi pequeña,
pero se que sola nunca estarás.
En ese día, tendrás permitido llorar
y maldecir,
aunque me bregase a enseñarte lo contrario;
un día de estos me has de ver de nuevo,
pero no me busques antes del óbito.
Desde aquí velaré por ti, mi Soledad.