martes, 14 de enero de 2014

El bucle sin dueño.

Habiendo tanta tierra, preferimos el destierro en el infierno, o lo que es lo mismo, los cuantos metros cuadrados de los que se conforma nuestra casa. Osamos nombrar a Dios en cada día de nuestra vida, pero nunca su palabra ni su creencia. La palabra de Dios no es la biblia, sino mas bien el sentimiento de hacer lo correcto por encima del bien y del mal o por encima de una moral colectiva que trasciende a ética distorsionada.

La moral es un arma de doble filo, que separa nuestra mente en lo que podemos y debemos hacer, pero más adentro existe un instinto olvidado que aclara la mente en los momentos donde no tiene cabida la razón. Ese es el pensamiento correcto de lejos, pero mal comprendido no nos hace mejores en comprension que cualquier otro animal de este mundo. Es cierto que no somos mejores que ellos, pero El nos ha dado herramientas diferentes a cada uno de sus hijos y la nuestra no puede limitarse a ser como la de los demás.  

Pensamos y razonamos para poder hacer lo mejor que podemos, o al menos así debería funcionar, de no ser por el sistema al que tanto llamamos sociedad. En este monstruo nos ahogamos y nos volvemos uno, que ya no es parte ni del bien ni del mal, sino de un bucle condenado a la mortalidad y a almas que no perduran mas de lo que perdura una vida.


Entonces nos volvemos parte de una realidad alterna en la que la vida ya no es estable y donde es mas sencillo someterse al pensamiento hedonista e inmoral que a las leyes de El. Entonces es cuando ocurren las anomalías: vemos sombras, nos sometemos a la locura, ocurren tragedias impensadas y escuchamos voces de una estancia por de mas perdurable, vemos pequeños seres que llamamos malvados y ocurren catástrofes con rostro. Pero aprendemos a vivir con ello, porque "son cosas que no existen en la Tierra", pero si no existen ahí...,




 entonces,

¿en dónde estamos ahora?


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