sábado, 28 de octubre de 2023

Hipnos y Tánatos.

 -Tantas bellas maneras de contar que la noche ha llegado, "el sol ha perdido una vez más, la luz nos abandonó en el ocaso, el día muere nuevamente", pero tú no necesitas nada de eso. Es de noche y estás aquí.

- Que no te necesite, no hace que pierda las ganas de verte.

- Es muy tarde, el día murió y con él mi interés por ti. Es tarde para estar tan lejos de casa. Vete.

-Espero que tú poesía no sirva solamente para sacar filo a tu lengua. -Caminaba despacio, entre los tambaleos del viento y sus piernas, sintiendo la soga torcerse entre sus delicadas manos.

-Que más da si solo sirve para eso ahora. No parecía importarte.

-Te dije que volvería, ¿no es así?

-Felicidades, hoy eso no tiene sentido.

-Algo lo debe tener. -Titubeó mientras miraba de reojo al costado del puente de madera, a la oscuridad donde se reflejaba una luna lejana sobre las aguas que extendían el abismo entre los dos.

-Mi vida era mi obra, y mi obra era el amor que sentía por ti. Vaya vida la mía.

-Creí que ya se te habría pasado esta etapa de mártir. Sería bueno que te fijases en como de mal haces con tus negativas y dramatismos.

- Pero yo no estoy reteniendo a nadie. Eres libre de irte.

- ¿Y luego que? ¿Saltarás?

-Solo vengo aquí cuando siento que no puedo más.

-Si me voy... ¿prometes no saltar? -su voz se quebró, mientras daba un paso atrás seguido por el rechinar de la madera, y lo veía aún sentando en las tablas del puente colgante.

-No lo haré y tú tampoco lo harás. No sabes cumplir tus promesas.

-Sabes que te amo, y que volveré por ti.

- No hace falta que me busques por la casa, podrás encontrarme aquí. Así quizás pierdas la necesidad de verme.

-¿Es acaso tú nueva fuente de inspiración?

-No es la vista, la luna ni las estrellas que no se ven desde la ciudad. Entonces no se que pueda ser, sino este puente de madera y soga. Que rústico, que peligroso y que inaudito pensar que nadie ha muerto al caer al agua infestada de cocodrilos.

-Entonces es la muerte.

-Que fácil es confundir el amor con odio, el desprecio con suplicio, y también el deseo de morir con el de aferrarse a la vida.

Ella caminó lentamente hasta donde se encontraba, se agachó y terminó sentándose a su lado. El corazón le palpitaba, advirtiendo que quizás una ventisca o una tabla vieja podría implicar el fin de todo. Pero ahí estaba junto a él, tomándole la mano. 

-¿Y que si te quiero escuchar, y que me expliques esas diferencias?

-Yo te contaré, como siempre he hecho.

-¿Y si decido abrazarte, y decir que aprenderé a amarte?

-No te creeré, pero dejaré que lo intentes.

-¿Y si fallo otra vez? ¿Y si tu indiferencia me pierde?

-Entonces seguiré aquí, aferrándome a este puente.

-¿Porque no me dices que también cambiarás?

El silencio se apoderó de la noche, mientras que finalmente quitó los ojos del abismo para mirarle de frente.

-Porque eso corresponde a los vivos. Y a los muertos nos queda solo el recordar de la gente.

Fue entonces que amaneció.

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