viernes, 15 de julio de 2016

Ensayo 26

9 de Julio

Un viejo amigo ha venido de visita. Emilio siempre fue alguien sonriente y fuerte de espíritu, pero también con pinta de idiota. Ahora su cuerpo le hace juego tengo que decir, el maldito parece un modelo. Bien nos hicimos tres horas en ir a recogerlo, al volver se encontraba ya Miriana instalada en el sofá. Platicamos un rato, hasta donde los temas banales perduraron, y entonces el tequila apareció y con él, el mezcal. Ahora, creí que quedaba más que eso, pues dos horas parecieron suficientes para ponerle fin a cada botella. Miriana en su extravío me ha advertido querer intentar algo con Emilio, mientras que yo por mi parte le he dicho que lo intentase conmigo. "Tu hablarías de ello, no conviene" me dijo sin la más mínima señal de vergüenza, más parecía estar de acuerdo con su argumento, "al menos no ha dicho que no quiere" pensé. 

Para bien o para mal, Emilio se fue temprano y los planes de Miriana cambiaron para que termináramos en un bar. Miriana, apenas consciente, se apoyaba en Carlos continuamente, de una manera muy sugestiva en su cuello, en su pierna, susurrándole al oído de una manera muy erótica cosas que jamás sabré. A decir verdad no me molestaba en ese momento, el mezcal estaba haciendo de las suyas en mi organismo y las nauseas se apoderaron de mi cuerpo, causando un cosquilleo en mi garganta y en la boca del estómago. Por más raro que sonase, el más feliz ahí era Alfredo, quien había tomado más que todos e insistía en enseñarme lo básico para bailar, a lo cual terminé por aceptar. Fue una buena manera de olvidar lo mal que me sentía, y aunque Miriana bailaba con Carlos en un roce continuo y lujurioso, me bastaba ver aquellas luces cerca de la barra, casi hipnóticas entre vueltas y giros dobles. Más tarde me encontraba afuera del bar con Alfredo, hablando (o algo por el estilo) sobre las dudas que teníamos: yo de Miriana, el de una chica a la que llevaba queriendo en silencio durante ya hace un año y no se atrevía a dar el siguiente paso por miedo a romper tan bella esencia de su amor secreto. Miedo al rechazo, en parte, pero se a que se refiere. Fumamos hasta que se acabó la cajetilla y después hasta que quedó la mitad de la segunda. Al volver a la mesa, se recostó en la mesa y no volví a saber de él. Luego tocó el turno de salir con Miriana, quien necesitaba irse urgentemente del bar, poniendo excusas como no querer vomitar en nuestra casa por la noche. Por más que intenté convencerla, he de admitir que no tengo el don del convencimiento, y así tomó un taxi y la vi alejándose poco a poco...

Hubo que pagar la cuenta, y al parecer Miriana no había dejado más que para la propina. Carlos y yo tuvimos que aprovecharnos del inconsciente Alfredo para que pagara con su tarjeta y entonces todo aquello tomado en la tarde y agitado durante el baile decidió salir. Si bien la escena se empezó a tornar estresante entre los pesados meseros y la necesidad de pagar, sirvió para bajarme la ebriedad y poder asegurarme de que llegáramos a casa completos. 

10 de Julio

De una forma u otra amanecimos, con cierta inconformidad con Miriana por haberse ido sin despedirse de los demás, y más por tomar un taxi en esas condiciones. Justo pensábamos ir a buscarla cuando tocó a nuestra puerta, y así los eventos inesperados continuaban. Cuando Carlos no estuvo presente, nos contó que llegó a los brazos de su novio, haciendo su noche aun más larga que la nuestra. Implícitamente, comprendí que aquella lujuria que tenía en el bar podía ser su verdadera razón para no quedarse, y considerando que esta vez iba a dormir en mi habitación, sentí como si hubiera desperdiciado una gran oportunidad, la oportunidad de aprovecharme de su inconsciencia quizás. Pero las cosas pasan por una razón. A decir verdad, no creo que pudiese disfrutar una situación así. El día pasó largo y de repente estaba en la cama, esperando a que llegase el sueño.

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