miércoles, 4 de febrero de 2015

KAHLA.

Hace un par de años que el doctor Ferdinando Nicol creó el primero. Dedicó cada suspiro de sus días a la culminación de un proyecto tan ambicioso como imposible. En ese entonces, era ya común los transplantes y las prótesis, pero nadie había podido ver mas allá. Él lo hizo.

El primer diseño funcional, consistía en un brazo mecánico que simulaba las articulaciones de un orangután, implantado en un ex-beisbolista que perdió su miembro en un accidente. El resultado marcó el inicio de la era de los protozoan.

Con el tiempo, los protozoan fueron expandiéndose a otras partes del cuerpo; desde los ojos, hasta la piel y ciertos órganos internos. El procedimiento era costoso y muy selectivo, por lo que solo ciertos hospitales podían implementarlo. Con el tiempo, algunos grupos de la mafia contaban con protozoan entre sus superiores, por lo que se volvió ilegal su implementación y termino el auge de los protozoan. No pasó mucho para que el mercado negro se hiciese de un prototipo a partir de un sistema llamado KAHLA. El mismo del que ahora huimos.

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