sábado, 21 de febrero de 2015

Luna menguante.

Aun el Sol caído, y los pajaros ocultos de los murciélagos, te busco entre la carcasa de anhelos desechables que prosperaban en mí, en esa linea entre la cruda realidad y el punto en que estaba dispuesto a aceptarla. Me ahogo entre recuerdos y noticias tan útiles como la tortura, en los días donde buscaba las curvas mas cercanas a tu rostro y que miraba hacia otro lado mientras te agachabas, a punto de mostrarme lo que yo aun quería ganarme con esfuerzo del mañana.
Me sumerjo aun mas profundo, entre la lujuria imprescindible de tus ojos y en los sueños lambiscones de los que tanto hablabas. Mis manos han sufrido tanto como la noche, que cada día desaparece con trémulos movimientos con el ocaso. Tu, que eras la Luna de esta noche, he de añorarte como se añora una botella de vino, comenzando por el sabor y terminando con el asco de la madrugada, porque al final, no has sido mas que el desquite aguardentoso de alegrías y desdichas combinadas en un desastre ocasional e indeseado.

Y así es como te recordaré hasta el hoy.



Por fin al reaccionar, me despierto empapado en la cama donde alguna vez dormiste, pero en lugar de añorar tu presencia, me mantengo en busca de una noche mas, donde los astros no sean tan esporádicos ni juguetones, donde quizás me enamore de la eternidad.

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