viernes, 13 de febrero de 2015

La virtud del dolor, segun el viejo.

Irreverente como solo algunos en ciertas ocasiones, el pintor se disponía a cumplir ese compromiso implícito de impresionar. Hacia mucho que sufría un bloqueo de ideas que lo habían tenido comiendo de los diezmos de las regalías, pero sabía que ese no era el tipo de vida al que estaba acostumbrado. Tan astuto como para pintar con los ojos cerrados, el viejo de vista nublada iniciaba una mas de sus fantasías de grandes mundos y escenarios postapocalípticos que tanto habían vendido en sus comienzos. De repente, al dar la primera pincelada, se dio cuenta de esa verdad incomoda. El ya no podía soñar con mundos llenos de ruina cuando su mundo estaba lleno de paz y calma. Intentó pasar hambre un par de días, para ver si con un poco de sufrimiento el flujo de sus dedos volviera a la normalidad, pero nada llegó mas que bocetos imitados de libros que agarraban polvo en el librero. Se impacientaba, al grado de empezar a golpear las paredes y de tirar los papeles que le recordasen su anterior éxito. "¿De qué me sirve un pasado de éxito sin un presente inconveniente?" Entonces corrió a la cocina, tomó un cuchillo y se dispuso a cortarse una oreja, pero al recordar a un cierto pintor, supuso que sería demasiado triviado y poco ortodoxo. Entonces tomó una aguja y empezó a suturarse la boca, pero no dejaba de escupir maldiciones, imposibilitándole de cerrarse el pico, así que soltó la aguja. Entonces, en el estuche de costura, notó un estambre rojo, y otro azul, y uno mas negro. Hizo espacio en la sala, y comenzó a desenvolverlos y a cruzarlos en su piso blanco. Era la primera vez que trataba con algo tan burdo, pero más que tomarlo de juego, volvió a sentir aquella emoción que hacía mucho no tenía. Pasaron dos días y el hombre no hacía mas que desenrollar los estambres cruzándolos y creando sinfín de colores por la profundidad que proyectaba; se olvidó de dormir, de comer y se dice que en los últimos momentos dejó de respirar. Así fue como se ahogó en ese ataúd que se hundía en el mar, y con él, la mejor de sus obras.


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