lunes, 26 de enero de 2015

El colmo del paciente.

Pude haberme quedado un par de horas, sentado en esa mi banca de estar, ahí entre las palmeras y esa iglesia que tanto identifica la nada. Pude haber visto a la gente pasar, algunos viejos, otros pobres y escasos de vida, y algunos otros en grupos, sonriendo por razones tan vastas como colores en ese vitral de la iglesia. Las ventanas eran meros adornos introspectivos, y se perdían entre los colores tan vivos de la casa de Dios; al fondo, los colores se tornaban grises, haciendo alusión a solo una fachada que esconde escasez y tinieblas. Pude haber juzgado un buen rato esa morada, así como también a esas nubes grises temerosas de mojar a alguien, siempre a la espera de un descuido para excusarse de sus fugas torrenciales, siempre tan negligentes pero ahora tan cobardes. También pude haber cerrado los ojos, y oler el ligero aroma a mar que se deslindaba de la costa, aun si estuviese lejos de aquí, pues el agua en este lugar no conoce de costas. Me hubiera prendido un cigarrillo, y olvidarme que esperaba verte un par de minutos, ignorando el alrededor y enfocándome en los intentos de aros que jamas he estado cerca de hacer. Pero tu no tenías intenciones de llegar, así que ¿porque esperarte?

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