viernes, 23 de enero de 2015

Visita.

...En ese momento, me pareció verla entrar por mi ventana. Descalza, primavera, tan consciente de su intromisión, como yo de su propósito. Se sacudió su vestido corto de encajes, y se acercó con pasos torpes hasta mi lugar. Cada paso era delicado y ella miraba donde caía su pequeña pisada en aquella descuidada alfombra de mi habitación. Yo, aun sorprendido, quise retroceder, pero el borde de la cama me lo impidió al instante, dejándome acorralado y expuesto a esa sonrisa tan perfecta y a su lenta e hipnotizante persecución. Una vez en frente mío, se agachó lo suficiente como para verme a los ojos, intrigada y curiosa, cual niña contemplando una mariposa por primera vez. Sus ojos eran como el color del mar chocando con un río, su cabello como oro y un poco desaliñado, y su boca era la curva mas bonita que uno tuviese permitido mirar. Era tan bello, que me sentía soñado; me abofeteé un par de veces para comprobarlo, a lo cual ella solo río. Después tallé mis ojos, y al superar el ligero nublado, me encontré en mi habitación solo y con un cosquilleo extraño en la boca.

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