sábado, 29 de marzo de 2014

Gente como piedras.

El cielo ha jugado una vez mas a mover los hilos, y en mi camino ha metido mas piedras preciosas con las cuales tropezar. Esta vez, sin embargo, no tengo la prisa como para dejarlas pasar o para atesorarlas en mi bolsillo. Solo tengo pensado disfrutarles tanto como ellas me disfrutaran y permitirles resbalar en el momento en que me descuide durante la retirada.


Esta vez, les hablare de una piedra proveniente de Europa, quizás Francia, o tal ves Roma en particular, aunque de donde proviene no es nada en especial. Quisiera conocerle su descubridor, su primer poseedor y por cuantas manos ha pasado en esta vida, pero aun a mi alcance esta información, no significaría lo mas mínimo para mi. Se trata solo de desenmarañar un misterio de esos tantos que hay en este mundo, aun sin no beneficia a nadie para bien o para mal. 

También me gustaría conocer que tipo de piedra es, si acaso un pasional rubí o una llamativa esmeralda; un majestuoso diamante o tan solo un zirconio bastante afamado. Para ello estoy dispuesto a refinarle y limpiarle hasta que su brillo verdadero salga a flote, aunque al final tampoco me importará que es lo que he descubierto. Solo estoy sufriendo de una fiebre de descubrimiento,... ¿o acaso estoy viendo mas allá de lo que mis ojos acostumbran a ver?

En parte quizás estoy yendo en contra del destino mismo, tan solo por armar mi propio camino apedrantado pero soberbio, o me he dejado caer en su juego a fin de satisfacer una necesidad de elegancia insensata pero tierna. La respuesta solo lo sabré tras el sufrimiento traído por el desenlace de esta historia de un hombre y su joya. Y si he de ser honesto, no espero terminar esta romántica novela de un tajo, porque si bien no disfruto de ellas, esta vez me he permitido torturarme con sus bellos pasajes.



Espero el cielo no me haya mandado mas piedras de las que pueda llevar.



 

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