martes, 29 de noviembre de 2022

Linternas

Seguíamos caminando por el umbral, apenas guiados por la tenue luz que se desprendía de aquello en nuestras manos. La noche estaba llena de ruidos extraños y lejanos, de búhos, de zorros, de chirridos y cantos que nunca habíamos oído, pero cuando realmente preocupaban, era cuando empezaban a acercarse, arremetiendo en los oídos y despertando aquel vestigio de instinto de supervivencia, que aclamaba por huir, por volver a la cabaña, pero sabíamos que no podíamos hacer eso.

Nuestros pies se hundían ocasionalmente en el lodo, en las zanjas que dejaban las raíces, y el crepitar de las ramas, hojas y el encendedor era apenas un alivio para la ensordecedora noche. Duncan encendió otro cigarrillo. Desde que habíamos salido en aquella búsqueda de emergencia, habían pasado apenas quince minutos, que era apenas tiempo suficiente para fumarlos de la punta a la colilla, pero eran los nervios, nada más. Quería relajarse, olvidar que estábamos juntos en esto, y que todo podía acabar mal. Le pedí un cigarrillo, contagiándome de aquella ansiedad tangible que le consumía.

-Lo lamento. No creí que…

-No importa si lo creías, pero aun así te lo advertí.

Nuevamente el silencio se apoderaba del ambiente, quedándonos al acecho del acecho nocturno. Conforme mis tímpanos ensordecían, la culpa me carcomía por aquel reproche que no ayudaba en nada a nuestro propósito.

-También metí la pata. Debí haberla metido por la fuerza en la cabaña. Ahora, sabrá dónde se habrá metido.

- ¿No te dijo nada más?

-Nada. Solo que quería echarse a andar en el bosque.

-Es que, si hubiera dicho de algún lugar en concreto, como el área de campamentos, la cascada o el laberinto de helechos…

-Duncan, es el maldito bosque. Aun siendo de día, sabes que todos esos lugares quedan a kilómetros de distancia.

- ¿Entonces qué? ¿Buscamos a ciegas? ¿Eso es lo mejor que podemos hacer?

-Así es. Es eso o llamar a un cuerpo de búsqueda como te había sugerido en primer lugar.

-Disculpa.

-Basta con eso.

El efecto se me había pasado desde hace media hora, probablemente por el mismo estado de alerta en el que habíamos entrado ambos. Pero para ella, podía ser diferente. Siempre había mostrado tener un metabolismo más lento. Se había ido entre risas y palabras incomprensibles hacia la penumbra misma, sin linterna, sin manera de contactarla. Gisela se había quedado en el campamento a manera de seguro, con la directiva de que, si en dos horas no regresábamos, mandase a avisar a los guardabosques. David no sabía nada. Estaba enfermo de un terrible resfriado y había ido acostarse desde temprano, pero de enterarse, pudo habernos delatado sin pensarlo dos veces. Y era lo más correcto por hacer. No me sabía bien mentirle, ni tampoco fallarle.

Habíamos empezado a seguirle el rastro con las huellas dejadas sobre la tierra mojada, pero de un momento a otro, el rastro se perdía y solo quedaba caminar a tientas, guiados por aquella luz que cada vez parecía más tenue. Llegamos a la primera bifurcación y quedamos algo desconcertados. Sabíamos que había una decena más como está adelante, pero hasta ese momento, no habíamos pensado que hacer llegado el caso.

-Separémonos. -me dijo Duncan.

- ¿Y luego qué? ¿Habrá tres perdidos?

-Pero no tenemos rastro de ella.

-Entonces optemos por la izquierda. Si tenía aún noción de querer volver, puede haber tomado todas las bifurcaciones hacia esa dirección.

-Si es que aún tenía.

- ¿Y entonces? ¿Te separarás en dos en la siguiente bifurcación?

Duncan se quedó callado, mirándome con cierto coraje, pero también concibiéndome la razón. Durante los siguientes cinco minutos, el silencio volvió a apoderarse de nuestro camino.

De repente, escuché un grito cerca de mí, en la dirección donde se encontraba Duncan, poniéndome alerta si acaso era algún malandrín nocturno.

- ¡Lucy! -gritaba Duncan, con la inconsciencia que pensaba hace rato había abandonado su sistema.

Cumplí mi propósito aun así y lo mandé al suelo con mi acometida.

- ¡¿Qué crees que haces?!

-Suéltame… -Decía Duncan, apenas pudiendo hablar con mi brazo en su garganta.

-Por mucho que esto sea una reserva, no deja de ser un maldito bosque. Hay zorros, gatos monteses y perros salvajes. ¿Pensaste en eso antes de ponerte a gritar?

-Son animales pequeños… entre los dos podríamos…

- Deja de fantasear imbécil. Ella necesita que estés cuerdo, y yo tranquilo. -Quitándome de encima y dejándole respirar.

Le ayudé a pararse y a como pude, le limpié el lodo y la tierra que se había pegado a su brazo y todo un costado de su ropa. Estaba por demás molesto, pero nunca se atrevió a responderme con violencia. Duncan siempre fue así, alguien que prefería poner la otra mejilla, indignado. Quizás por eso nos llevábamos tan bien, él todo un irresponsable y yo todo molestias. Rara vez chocábamos, pero hoy era un caso especial, ya no se resolvía nada con una disculpa.

El frío empezaba a calar. Usualmente en la ciudad, la temperatura más baja era de 4°C, pero aquí podía bajar unos cinco más con facilidad. Lucy iba bien abrigada, pero sabíamos que esto también podría ser una lucha contra el reloj. Durante los momentos más silenciosos de la noche, intentábamos escuchar algún ruido de su parte, un grito de auxilio o aquella risa hilarante que le había poseído, pero no tuvimos respuesta.

-Quizás no debimos venir en primer lugar. -Miraba Duncan al suelo. Sus pupilas parecían haber vuelto finalmente a su tamaño original, pero también empezaba a resentir el frío, reflejado en el temblar que lo estaba consumiendo, sintiendo pena por él y abrazándole para que entrase en calor.

-Es un lugar increíble. Sabes que ese no fue el problema.

Duncan se soltó bruscamente del abrazo.

- ¿Seguirás con eso? Tú sabes que ella no es una niña. Yo no la forcé a nada.

-También sabes que no tiene autocontrol. Que cuando bebe termina llevándose la botella a la boca como un bebé, que cuando le invitaste su primer viaje, había terminado arrastrándose por el suelo.

-Si tanto te molestaba, debiste haberla detenido.

-Ella no es una niña, no la puedo retener contra su voluntad. -Me contradecía en mis argumentos, pero sabía que ser un adulto era más que tener edad para entrar a un bar o fumar, que a veces una mano extendida era más fuerte que una cerrada. Pesaba ser el adulto ahí.

-…Viéndolo así, ha sido tu culpa que ella se haya ido, ya que no pudiste detenerla.

-Así que esas tenemos. ¿Te sientes mejor así?

-Me sentiré mejor cuando aparezca. ¿Seguro que entró al bosque? Quizás debimos seguir buscando cerca de donde perdimos el rastro.

Era lo primero razonable que decía en todo el día. Inspeccioné el suelo por donde caminábamos. No había rastro alguno de que siquiera alguien hubiese pasado recientemente. Dimos la vuelta, como si acaso algo se hubiese resuelto entre nosotros. Pasamos la bifurcación rápidamente, volviendo al primer tramo, que esta vez se sentía más ligero, y la luz de las linternas parecía incandescente por momentos, o es que acaso nuestros ojos se habían acostumbrado a las tinieblas.

Platicamos un poco para no ser víctimas nuevamente del silencio, intercalándolo con breves momentos de silencio para escuchar el entorno. Finalmente, me atreví a preguntarle a Duncan si había conseguido el propósito de este viaje.

- ¿Y cómo te fue con ella?

- ¿Con Gisela? Lo mismo de siempre. Me ha dado un par de largas y me confunde con cierta retórica absurda.

-Eso te pasa por no ser directo.

-Sí, ya sé. Pero conozco su respuesta de antemano. Esto se ha vuelto un juego, y honestamente, no estoy listo para dejar de jugar.

- ¿No preferirías avanzar?

- ¿Y qué hay de ti? ¿Ya le dijiste a Lucy?

-Hoy era imposible. ¿De qué serviría si ella estaba así? Además, aún está ese idiota de Marcos.

-Eso te pasa por no aprovechar cuando pelearon.

-Y si ha sido así, perfecto para mí. No quisiera aprovecharme de la debilidad de alguien para conseguir algo. Esa es la diferencia entre tú y yo.

El golpe había sido directo.

Duncan me empujó, y al hacerlo, tropecé con una raíz que me hizo rodar cuesta abajo durante un par de metros, llevándome varios moretones, y un sabor a hierro en la boca, provocada por una piedra con la que reboté. La linterna la perdí en algún momento de la caída. La cabeza me daba vueltas, en parte por la caída, pero más por lo que debía hacer. Duncan se me quedó mirando, aterrado. Por su mente pasaba que, si me levantaba, mi venganza sería aún peor. Eso veía en mi cara, alumbrada por su lampara, que le volteaba a ver con los ojos entrecerrados al estar encandilados.

En ese punto, nada me importaba. Lucy estaba perdida, y nosotros aquí perdiendo el tiempo. Un golpe me bastaba para desquitarme un poco y no resentirme tanto las heridas. Justo cuando me recargaba para levantarme, mi mano derecha tomó el aire en el desnivel, provocando que perdiese el equilibrio durante un instante.

A mi lado había una zanja cavada en el suelo.

En la mañana las habíamos visto, aunque no estábamos seguros de porque cavaban tantas zanjas rectangulares que tenían al menos un metro de profundidad. La teoría de David, era que se trataba de entierros para los animales que perecían en el bosque, aunque parecía una práctica poco natural en este ambiente. El cadáver bien podía servir de nutriente para muchos carroñeros en aquel crudo ciclo de vida. Gisela pensó que quizás buscaban alguna tubería que pasaba bajo tierra, pero las zanjas estaban demasiado trabajadas para ser el caso y no parecían dejar al descubierto ningún drenaje. Lucy dijo lo que nadie quería escuchar, que se trataba de zanjas para los desaparecidos en el parque, pero si ella hubiera sabido donde estaría aquella noche, probablemente nunca se le hubiera ocurrido mencionarlo.

Al voltear a ver la zanja, noté que algo se movía al fondo de ella, con una respiración larga y profunda, una figura humanoide que paralizó durante un momento mi razón, primero como un indicio de terror y luego como una curiosidad destructiva, y mientras la luz seguía dándome en la cara, tambaleándose mientras la linterna se acercaba más a mí, bajé la mirada, tratando de hallar forma a aquello que yacía en la fosa, una persona, acurrucada y temblando por el frío asolador del bosque.

- ¡Es Lucy! -grité, mirando por fin a Duncan, que a contra luz y con dificultad para verle con claridad, terminó causando en mí un terror incluso mayor que el del cuerpo extraño en la zanja o el nunca ver a Lucy otra vez.

En la mano desocupada por la linterna, llevaba un palo bastante grueso. En principio, creí que la había traído para ayudar a Lucy a salir de la zanja, pero aquella manera de tomarlo detrás de su espalda y de acercarse a mí mientras tambaleaba la linterna que buscaba continuamente cegar mi mirada… Cuando escuchó mi gritó, soltó el pedazo de rama asustado, algo extraviado, como aquel que le descubren a punto de hacer una travesura, pero ambos sabíamos que era algo peor.

-Ibas a…

-Hay que ayudarla a salir de ahí.

- ¿Qué estabas?...

-Lucy, despierta. ¿Te encuentras bien?

Lucy abrió los ojos, y empezó a balbucear si acaso ya era de mañana. Se había quedado dormida en aquella zanja, inconsciente de los peligros del bosque. Le ayudamos a salir y le llevamos hasta la cabaña a cuestas, sin saber de su negligencia y posiblemente sin recordar nada,  mientras temblaba y rezongaba por querer seguir durmiendo, lográndolo una vez en el dormitorio, pero Duncan y yo nunca volvimos del bosque.

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