miércoles, 27 de abril de 2016

Ensayo 17

22 de Abril

Un día más entre la neblina de los pensamientos, en el auge del estrés, en el clímax de los nervios y de repente, una llamada. Miriana quiere un poco de diversión nocturna, que por muy perverso y conveniente que pueda sonar, termina más bien en una pijamada con amigos. Carlos no estuvo en casa y presiento que resentirá esto de una forma u otra. A decir verdad tiene de que quejarse. Miriana ha llegado a casa cuando me encontraba solo, y las palabras fluyeron entre timidez, silencios incómodos, absurdos, y confesiones que no atentasen con acabar la buena vibra del departamento. Más de un beso reprimido, más de un "te amo" callado, y sin embargo, el Sol sale entre los montículos del relieve a la distancia, quemando de a poco mi sonriente rostro.

23 de Abril

Una despedida por demás efímera termina por hacer que me precipite sobre las sabanas, tratando irremediablemente de no perder ese calor en el alma que me han dejado mis fantasías, mis realidades, mi más reciente pasado que se marchita lentamente entre mis manos. Así entonces, son las cinco de la tarde y recién me digno a buscar algo de comer, sin éxito alguno. Carlos apenas ha llegado y su estómago está en sincronía con el mío. Salimos a una plaza, terminamos comprando un café y pan lo cual no ha calmado el hambre en lo absoluto y entre temas ha intentado preguntar que hicimos ayer. "Nada en lo absoluto" parece tan buena respuesta como cualquier otra para alguien que está lleno de angustia.

24 de Abril

¿Cupido me  sonríe o es tan sólo otra de las jugarretas de Dios para hacer más interesante la obra? De cualquier forma, no me fue posible rechazar la invitación a comer de Miriana. Ni el transporte incomodo, ni el calor atroz, ni siquiera el endeudamiento en el que me estaba sumergiendo lo iba a impedir. Bien he tenido suerte de que Carlos y Alfredo estuviesen ocupados para pasar un día largo y agradable con ella.

Ahora, he de admitir que me ha asustado lo mucho que come, posiblemente más que yo, pero ¿quién se fija en esas pequeñeces?

Me ha pedido acompañarle a comprar un obsequio a una amiga, de nuevo al transporte incómodo, pero esta vez, su cabeza se recarga en mi hombro, dejándola somnolienta y a mi solemne cuidado. Debo de admitir que es difícil inspirar temor cuando tu cara se la pasa ruborizada y con una sonrisa agradable a la vista, de esas que nunca tengo.

Llegamos a la plaza y me temo que al final, no fue posible comprar algo. Supongo que la indecisión no es ajena a nadie, pero aproveché para invitarla a ver una película. Durante dos horas, mi corazón late fuerte, mi cerebro produce y libera endorfinas que alteran mis sentidos y mi cartera muere de hambre y cólera, pero no alcanzo a oírla desde mi bolsillo trasero.

Soy feliz, soy egoísta, soy un individuo que vuelve a estar solo al anochecer.

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