miércoles, 18 de marzo de 2015

Sufrimiento como virtud humana.

Oí que nada nace en un solo día mas que las moscas, que incluso los ratones tardan cinco semanas en empezar sus pequeñas y adorables plagas tifoideas. También he escuchado que las moscas viven hasta una semana, mientras que las cigarras duran apenas un día. Entre curiosidades, se que los guacamayos viven hasta 100 años y de la leyenda de un hombre de unos 100 más.

 Me he fascinado con vidas tan esporádicas y sin sentido de libertad como las hormigas, y algunas tan egoístas y perezosas como las de los gatos, con los cuales me identifico por el simple hecho de que a los dos nos desagradan los baños. He aborrecido la vida de los perros, que es corta y llena de un cariño incondicional y tan leal como su vista y su hambre les permite, el pez que come en su mierda y se limita a seguir al grupo. 

Pero si hay algo que de verdad aborrezco es al ser humano, con su seguridad de poder apropiarse del orden y la iluminación misma, aludiendo a la palabra de Dios, a la capacidad de razonar que pueden, y sin embargo aborreciendo a cualquiera que se involucre en sus asuntos, siempre tan importantes para un solo individuo. Se cree omnipotente y sin embargo, se limita a un espacio de tierra donde pasa sus días creyendo que hace algo importante y que cumple un propósito que en realidad es tan complejo como el mas pequeño de los pelos de su culo. 

Me aborrezco yo también por supuesto, la humanidad no es ajena de ningún simio erecto, aun por mas jorobado o lampiño que este sea; la única diferencia es que yo no creo hacer algo importante, se que no soy más que un ser más agotando los recursos del planeta, y que se justifica buscando un futuro menos sombrío para los progenitores. 

Y aun así... me amo, con toda la inexistencia de la palabra misma, y amo a cada ser que he tenido el gusto de conocer, pues han sido bellos hasta en la mas mínima gota de mentiras, pues ellas también cuentan una verdad que danza entre el sufrimiento y la locura. Eso es lo que en realidad amo. La capacidad del desastre que conlleva la humanidad y que en su desorganización nos lleva a dar pasos torpes y cometer errores tan garrafales como la muerte. Y poder sentir todo ese dolor por encima del instinto, ser tan masoquistas como para recordar la tragedia y tan sin vergüenzas como para reírnos de nuestras fechorías. 

La verdadera humanidad a mi parecer, no se trata de compasión, ni de consciencia, ni siquiera de ingenio, se trata de saber todo lo que el sufrimiento conlleva, porque solo a partir de conocer el dolor es que conocemos la compasión, que entendemos el porque de la consciencia, y como el ingenio nos aleja de ello... porque así es... estamos dejando nuestra humanidad atrás.

Mi recomendación para este mundo de avance y de hedonismo es:

"Romperte una pierna."

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