¡Andrés! Hace años que no lo veo. ¿No se acuerda de mí? Eso es entendible hombre, no se preocupe que con un aguardiente nos ponemos al día, no te preocupes que yo invito. ¡Mesero, una botella y dos copas! Amigo, mire que los años no pasan en vano, yo le recuerdo como aquel chico flaco del barrio, pero esos ojos y esas comisuras remarcadas, imposible que usted no sea el hijo de Don Guillermo. ¿Aún no me ubica? Tranquilo y deje esa tembladera que no pasa nada, en realidad que nunca habíamos cruzado palabra, pero usted venía seguido a mi casa, a jugar con mi hermano Marcos. Ya veo que de él si se acuerda, y si, yo soy ese hermano que se la pasaba de callejero, pero claro que era consciente de todo lo que pasaba en el barrio, y también en toda la ciudad. Me enteré también como iban a trabajar a la obra de la casa en la 65, mandados por el esposo de su tía, el arquitectucho ese. Vamos, que yo le conocía, pero nunca nos llevamos bien, y de hecho que, si me pregunta de sus hermanos, lo mismo.
Bébase otra copa, que para eso está, total que ya está pago.
Recién he vuelto a la ciudad, y mi hermano me ha dicho que recién lo vio, y por
eso es que yo he venido a buscarle, porque yo le veo a usted, y pareciera que
le miro a él. Lo poco diferente, eso diría que es por mí. Hombre, no me
malentienda. Mil veces mejor que se parezca a usted. Yo no creía que existiera
gente así de buena en este barrio, por eso es que le investigué un par de veces,
pero nada. Limpio como nadie. Igual su familia era notoriamente firme de
convicciones, aunque su hermano José evadía impuestos y su hermana Graciela
tenía un problema con el juego. No le tome tanta atención a eso, siga tomando
que yo a eso me dedico, a saber cosas de la gente.
Y mi hermano es idéntico a usted, solo que nunca pude
agradecerle por eso directamente. Pero ¿recuerda usted que cuando estaba en la
universidad salió de fiesta con los amigos y los detuvieron unos hombres
armados? El jefe de la cuadrilla les dijo que no los lastimasen y que lo
acompañasen a usted hasta su casa para que llegase con bien. Disculpe por el
susto, pero usted sabe cómo estaban las cosas en ese entonces. Menos mal me
dieron la amnistía para volver, que es cansado vivir en la selva, son cosas de
las que prefiero no hablar y es mejor de las que no se entere. Total, que, en
esas fechas, se hablaba de un tipo llamado “el Chicha”, que era quien
controlaba la ciudad. Ese mero soy yo, pero ya no me entero de todo, aunque de
usted si, y he sabido donde encontrarle. Yo le agradezco mucho Andrés, porque
mi hermano podría estar en mi mismo lugar, o podría haber muerto, como yo
muchas veces casi lo hago, pero en lugar de eso es un ingeniero. Quien sabe que
hubiera sido de él sin un amigo como usted, todo hombre debiese tener alguien
así. ¿Qué si yo lo tengo? No hace falta, yo tengo esto que es igual de
confiable pero mejor lo escondo de nuevo que no le quiero meter en problemas.
Tómese el último trago, y ahí dejo un poco más por si quiere repetir. ¡Un gusto
conocerle después de tantos años! Dígale a Graciela que deje de ir al casino de
la 17.
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