domingo, 26 de junio de 2016

Anhelo de un día.

Ruego porque venga ese día, donde deje de ser el ronin de un amo que no reclama sus derechos, varado en algún sitio de Genroku, donde según cuentan, no pasó nada relevante.

En que la noche tenga tantas estrellas como yo ganas de vivir, pues aun viviendo en la urbe sin cielos despejados, me veo superado en número y circunstancia.

Aquel momento en que pueda dejar de hablar libremente de la belleza de la desgracia, y empiece a darle algo de crédito al destino y los rayos de vitalidad que se filtran entre las cortinas de smog de mis ojos.

Cuando mi espalda deje de doler al escuchar el día soñado y mis manos estén llenas, rodeadas, cubiertas.

Ruego por ese día en que sea el pervertido personal de una boca que regala sonrisas y vende lujuria por el precio de un corazón y sea tan poca mi humildad que entregue el cuerpo entero y quizás, sabiendo negociar, un alma.

Dulce día sin molestias ni defectos, que si aun el cielo se cae y el suelo se aglomera en el núcleo, yo estaré viendo al frente, a lo asible y lo perfecto.

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