lunes, 13 de junio de 2016

Arena

Hablo de nuevo desde un cuerpo inútil, motivado por la inercia e inspirado en la tragedia de la nada, buscando siempre aquello que me brinde un mañana agradable, lleno de angustias y problemas seductores, de amor enfermizo y empalagoso, pero más de instintos satisfechos. Soy el hombre que Dios hizo y forjó en el infierno del mundo, el estigma de un ritual prohibido de los creyentes, la huella de razón que se borra en el desierto de los absurdos y los solitarios. Esta arena es mi mundo y no es más mío que de estos granos creando oleadas y lanzando latigazos a mi espalda desnuda y quemada, mas estoy lejos de caer, porque sólo se puede caer cuando se esta de pie. Miro al cielo y ninguna nube anuncia un cambio benevolente de mi suerte, sólo el Sol brillando y dejándome al punto de cocción perfecto para no morir. Cada grano es una vida, y se escurren entre mis manos, se meten en mis ojos, me salan la boca, se meten en mi pantalón, en mi ropa interior, tan solo para contribuir a una angustia mayor que me hace voltear nuevamente al Sol. Como quisiera ser arena también y dejarme llevar por el viento, moviéndome al unísono del aire vibrando en los tímpanos, siendo uno con el desierto; pero he nacido humano, con piel frágil y ojos sencillos, con dientes sin filo y lengua envenenada, con fuerza suficiente para no morir y para no querer vivir, en fin, incompleto. ¿Es acaso cada hombre un desierto aislado o existirá el oasis pedazo de paraíso? 

Una mentira más he contado, y se pega cual ladrillo en este muro sin sombra, mientras que las pasiones resuenan más no generan eco.

...Quizás el hecho de que sea una pila de mentiras sea la única verdad. Y la arena se levanta...

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