Deja me acuesto en este mar de almohadas
y que mi piel sucumba a las plumas de ganso y avestruz,
al calor de las brasas que has dejado atrás,
a los nobles recuerdos de mis noches olvidadas.
Dejame admiro el arcoiris de historias montadas;
en dirigibles con orquestas de interminables instrumentos
cada uno explotando el silencio de mi jamás
y dejando un cráter en algún lar de las montañas.
Pena del invierno que no mate mi garganta,
que en escarcha yo me jactaré de mi ultimo aliento;
un grito que en algún lado hará cantar,
a un nuevo dirigible de armonías trasnochadas.
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