jueves, 26 de diciembre de 2013

Ecos.

Estamos a un paso de abandonar lo viejo y empezar con la nueva rutina de cada año. Pareciera que hemos caminado en círculos, pero mas bien, hemos formado espirales que atentan con alejarnos del paso lentamente. Es necesario percatarse que crecimos en el mismo origen y nos esparcimos por belleza y alegría.

Del fuego nos privamos por ser un medio en estado terminal, y del agua  por ser demasiado salada para los corazones. Nos aliamos de la tierra, pero la tierra estuvo quieta siempre, así que buscamos lo que aparentase su movimiento y nos convertimos en discípulos del viento. Y en el viento conseguimos la longevidad que se va desvaneciendo.

Aprendimos del viento lo que la tierra ya no puede enseñar, y en un eco nos transmitimos; bajamos el tono en constante y nos movimos a nuevos horizontes; y nuestras ondas siguieron encontrándose, pero nunca mas volvieron a sentirse intensamente. Se ha perdido algo en el aire.

Y el viento lo sabe,
y la tierra lo sabe.
El agua también lo tiene,
pero el fuego se pierde
 y no se prende mas.

 Fueron nuestras propias enseñanzas y crecimientos divergentes los que nos han dejado varados en medio de la nada, pero aun nos sentimos, nos tocamos y repetimos esas mismas ondas que se originaron del grito. Pero cada vez son mas lentas, cada vez son mas silenciosas. Van desvaneciéndose... 


Como se pierde la juventud, un camino sin regreso al origen ni nuevos comienzos. Pero el viejo, por sabio, entiende que la mortalidad es lo que hace bellas las cosas, que la algarabía de cada instante se genera de un límite de tiempo y espacio; y nuestro tiempo, amor mío, esta apunto de terminarse.

Este es el precio de querer ser eternos en el mundo. No existe nada eterno mas que la misma tierra, así que polvo seremos para mantenernos en el recuerdo del mundo, y en todos lo que lo han habitado, lo viven y lo sufrirán.

Y el viento lo sabe,
y la tierra lo sabe.
El agua también lo tiene,
pero nuestro fuego se pierde
 y no se prende mas.

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