Como un benigno estupor
que sucede a la cúspide de la soledad
han sido los dígitos que sostengo
aferrándome a su levedad.
No son canas lo que temo,
ni llagas de perdida libertad,
solo el aun destino incierto
que todavía he de forjar.
Aliento cante su corazón,
sacudo el polvo de sus venas
y que vuele al viento la ocredad.
Advierto el ritmo venidero,
la sincronía de latidos que desarman
el instrumento que no supe tocar.
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