lunes, 19 de febrero de 2024

El perfume.

 Se levantó esa mañana y todas las siguientes con el aroma de su compañera impregnada sobre las sábanas de su cama. Las lavaba un día antes de verle nuevamente, a sabiendas que solo debería esperar un par de horas para volver a hallarse idiotizado ante el dulce olor de su perfume, que parecía tan fuerte como para mantenerse una semana en su habitación y sin ceder siquiera en su noble intensidad de flores y regaliz.

Cómo cada sábado, le vio en su casa, en su lugar seguro, y pasado el ávido jugueteo y las caricias que fecundaban abrazos, él prendió el calentador para luego tomar una ducha. Mientras venía de regreso y guiado por un pensamiento de travesura, se acercó a hurtadillas hasta la entrada de la habitación, dónde de un saltó vio a su amada, sorprendida, mientras vertía perfume sobre las orillas del colchón. 

La vergüenza entonces inundó los ojos llorosos de su dama, mientras que él giraba hacia el ropero sin voltearle a ver. Sacó una botella y lo puso entre sus manos, que recién se alejaban de su rostro húmedo. Cuando al fin tornó su mirada hacia abajo, la joven aún con ojos empañados pudo ver un frasco familiar.

"Usa este para tu cama, avísame cuando se termine."

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