Del atisbo del perjurio perdí mis años
y ahora que vuelvo a casa y a estar perdido,
puedo decir que mi mayor crimen en prejuicio
es el de un lamento siempre ignorado.
Aún imbécil para obrar de propia mano
y también para mostrar risa en un vestigio,
permanezco tan lejos para quien he conocido
como para quien nunca tuve afán de haber hablado.
Yo que he aprendido a ser payaso,
aún no sé lo que depara el circo,
y otro malabar se ha agregado.
Ruego no ser olvidado,
y poder dejar algún vestigio
pero las palabras son en vano.
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