Hace tiempo que atiendo a las noches como a las gaviotas que en la playa alimento, sin contarles, sin poner nombres, como un sin propósito desbocado a alejar mi sueño, y tanto que llevo sin verlo, que ahora solo quedan los recuerdos que de vez encuentro olvidados en mi habitación. Les sacudo el polvo, les saco brillo y juego a que los entiendo, que reconozco quien fui yo, y que algo sigue ahí de mí, pero un recuerdo nada más, y de nuevo debajo de la cama, detrás del closet, en la esquina donde ya no se puede caminar, para salir de nuevo afuera, al agobio de alimentar gaviotas.
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