Todo era une pérdida de tiempo.
Kevin sabía que ese mundo tan preciado que había construido para su propio gozo se había convertido en una carga imposible de seguir manteniendo. A veces contemplaba su creación con nostalgia, como solía jugar moldeando la tierra, eligiendo cuales eran las mejores formas, la mejor combinación de elementos, sintiéndose un Dios dadivoso para ese diminuto universo que se cernía frente a sus ojos y se metía entre sus uñas y otra parte al lavamanos. Kevin era bondadoso, mandando comida constantemente, permitiéndoles crecer sin tantos esfuerzos. A veces, mandaba adversidades hacia los habitantes de su granja, le gustaba ver como respondían, pero después de unos instantes de pánico, siempre hallaban la forma de salir adelante. No eran inteligentes, pero si podían aportar algo a coste de su vida, no les importaba hacerlo. Mandó gigantes y entre un ejercito le rodeaban y lo devoraban. Mandó diluvios y sus creaciones se aglomeraban y se mantenían juntos, logrando flotar y salvar la mayor cantidad de vidas posibles. Kevin mataba a los exploradores, no quería que salieran de ese pequeño mundo aislado, porque solo ahí eran suyos.
“¿Y si llegan donde Alan? Ya no
serían solo míos.”
Una vez vio a un grupo completo
acampar a sus anchas ahí con Alan. No lo pensó dos veces y durante la noche,
exterminó a todos y cada uno, sin derecho a sepultura ni respeto. Kevin estaba
furioso, y arremetió contra su pequeño mundo, tambaleándolo hasta sus
cimientos, haciendo caer sus caminos y atrapándoles entre escombros y
laberintos de los que mucho no salieron. Al día siguiente, estaba arrepentido,
así que les dejo un festín servido esperando comiesen hasta reventar y nunca
más tuviesen la necesidad de salir. Pero eran seres curiosos, que seguían
reproduciéndose, y cada vez comían más. Pronto, los recursos que les distribuía
Kevin dejaron de ser suficientes, y él ya no estaba dispuesto a dar más que
eso.
Su solución fue algo siniestra pero
bien pensada. Empezó a plantar nuevos regentes en su pequeño mundo, los cuales
buscaban derrocarse los unos a los otros, entrando en guerrillas constantes que
no solo diezmaban a los soldados, sino también los recursos que llegaban a su
gente. Una y otra vez, aparecían nuevos líderes de argumentos fuertes, y
entonces las poblaciones morían hasta reducir sus números al mínimo.
Un día, Kevin notó algo raro.
Sus creaciones ya no peleaban.
Se preguntaba si acaso habían
alcanzado algo parecido a la paz, pero en realidad era algo mucho más patético.
Sus regentes y su descendencia habían mandado a la guerra a todos y cada uno de
sus peones. Ahora todos eran regentes, y no sabían como pelear. Mandaban la
orden de matar a su nombre, pero el mensaje no tenía receptor. Ahí empezaron a
morir uno a uno, incapaces de conseguir por sí mismo el sustento, e ignorantes
de que unidos hubiesen sobrevivido.
Kevin los observó con cierta
tristeza, sabiendo que había fracasado como Dios creador. Tomó su mundo y lo
agitó de tal forma, que nadie quedase vivo esta vez. Estuvo un par de días
pensativo, hasta que finalmente dio con una luz entre sus penumbras. Nuevamente,
volvió a moldear la tierra, pero esta vez, la tierra era dividida por grandes
masas de agua, y cada regente gobernaba su propia tierra. Les dio la sensación
de descubrimiento, cuando surcaban esos mares en búsqueda de más recursos,
hallando hostilidades, guerras, pero que ya no mataban a todos, pues sus
obreros seguían en sus tierras, aprovechando sus recursos, quedando a la
espera. Ahora, sus creaciones tienen luz eléctrica, armas de fuego y bombas
atómicas, pero también aprendieron del miedo, y se miran los unos a los otros,
con desapego, desconfianza y ya no confían en sus regentes. Todo rastro de
aquella civilización unida que daría la vida por el bien mayor, quedó diluido
hasta convertirse nada, y ahora todo se reduce en ganadores y vencidos. Kevin lanzó
una adversidad tras otra, pero ya no la afrontaban con unidad, porque habían inventado
las patentes y los impuestos, y quienes no pagaban morían, y así los pocos
buenos corazones desaparecían.
Kevin dejó de mandarles comida
hace mucho tiempo, pero ellos inventaron la ganadería y la siembra, la
comercialización y las marcas de renombre, y aunque no alcanza para todos,
alcanza para quienes les importan. Kevin ya no puede mirarlos, está horrorizado
con lo que pasa, así que optó por el abandono.
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