domingo, 20 de noviembre de 2016

Latidos de la noche.

Aun busco que los labios empiecen conversaciones,
de silencios y contactos de grandes expositores
en las preciosas corrientes de la fruta y de lo abstracto
y que el fruto en tus labios madure,
hasta atragantarme con la manzana de tu encanto.

Hoy que la Luna se asoma por las habitaciones,
y que en la mía se asoma tu rostro y vendavales,
tiemblo aun cuando el cuarto permanece cerrado,
y la luz me ciega de espaldas a la Luna
por tu rostro de ángel que me ha reflejado.

Aun tan cerca y sólo se escuchan los corazones,
latiendo con miedo a encontrarse entre la noche;
las sabanas ocultan el deseo y los arrumacos
y mi cuerpo en cama entume,
al punto que el roce de tus pies es mi decanto.

Entonces la Luna se oculta en negras nubes
y tu rostro consiente al reposo de mi cama afable;
mi amor acecha tu sonrisa hasta su ocaso,
pero mi pecho se perturba
y el vacío acaece por lo ajeno de tus manos.

La mañana llega pero no hay conversaciones,
no hay frutos maduros, no hay más latidos de la noche,
sólo el deleite de tu belleza y su arrebato,
pero la oquedad crece y se fisura
y termino por sentirme solo acompañado.

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