miércoles, 2 de octubre de 2013

Vuelve a la vida.

De un sueño vagabundo me levanto, y a medias el café me he dejado por falta de apetito. El tiempo en cenizas me habrá dejado igual, y más rápido de lo que había prometido. Y aún así no me quejo de los momentos del pasado, que han sido más que oro y menos que alivio.



Un tormento de alegrías pasajeras de un transporte sin camino. Ese es el presente que elegí involuntariamente. Ese es mi yo hasta ahora.

He caído y he fallado, he llorado y sucumbido a la ira del momento. Pero sigo aquí, y admito que he llegado lejos. Agradesco estar aquí, aun con todo lo que he perdido,

¿Porqué?

Porque existo.

Y así también existen mis acciones, mis recuerdos, mi legado y testamento. Y este dolor o esta alegría solo conmemoran ese hecho. Sigo vivo. Así que salgo de casa y busco un taxi, y  me dirijo a mi propia prisión, porque hasta un preso puede ser feliz, y más allá de estar triste o alegre, mi deseo es ser feliz.

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