Tres palomas en la fuente,
tres añiles en un árbol;
cada uno va de frente,
dejando un sabor amargo.
Una nota en cada esquina,
una banda a cada hora;
la mujer asoma una ventisca,
el hombre extraña a su Carlota.
Cien personas cortas venden,
cien culturas me han rodeado;
tanto así, que hoy se pierden
los colores que he venerado.
Diez segundos son la herida,
diez puntadas al olvido;
yo tratando dar caricias,
pero ella aún busca motivos.
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