-Sabía que estarías aquí arriba. -Hubo un momento de silencio, mientras las miradas se encontraban, esquivándose al instante, como cazador y presa. -No había muchas opciones. No importa que tan molesto estés, no saldrías a andar solo por la noche.
-Es porque soy un cobarde. ¿Eso piensas?
-Más bien demasiado racional. -Se acercó a él, intentando forzar la entrada a su campo de visión, pero de poco o nada servía. El seguía recargado sobre el balcón, mirando la aparente nada.
-¿Qué miras?
-¿Te has dado cuenta que ese edificio tiene algo parecido a una guirnalda colgándole de la punta?
-Me parece que la pusieron por las celebraciones patrias.
-Pero estamos en Noviembre. Supongo no es tan fácil subir allá.
-¿Podrías dejar de fijarte en eso y voltear a verme?
Dio una larga y ultima ojeada a la colorida decoración apenas visible entre metal y vidrio, como si tuviese que despedirse, para nunca más verle. Entonces se fijó en sus ojos. Parecían negros en la noche, apenas iluminada por los edificios distantes.
-¿Por qué no te abrigaste? -Le preguntó a aquel hombre, que ocasionalmente soltaba un temblor.
-Me gusta sentir el frío cuando me encuentro así.
-¿Cómo es así?
-Solo.
-No digas eso, aquí estoy contigo. -Abrazándose contra él, pero sin ser recíproco.
-Si ese fuera el caso, no veo porque ocultarlo.
-No te he ocultado, es solo que él no esperaba verte. No vi razón para decirle, pero ya he arreglado las cosas.
-Lo sé. Si no, no estarías aquí.
-Ahora estás dramatizando tú.
-No puedo hacerte elegir. Sé que perderé.
-No puedes. Y no debes.
- ¿Qué es para ti la libertad?
-Decidir estar en la azotea a media noche, y también irme a acostar si tengo sueño.
- Y si me voy ¿eso sigue siendo libertad?
-Así es, aunque no quiero ese tipo de libertad.
Él se soltó forcejeando, pero antes de que siquiera pudiese recibir reclamo, sacó un cigarro y fuego. Su cara se iluminaba durante un instante, para luego perderse entre el humo.
-Invítame uno.
-Tú ya no fumas.
-Dame uno por favor.
Sacó otro cigarro y ofreció el encendedor. Ella lo tomó algo indignada, demorando en poder encender el tabaco, consiguiéndolo apenas por una esquina.
-¿Entiendes que estoy aquí por ti?
-Hasta donde sé, esta es tu casa. Yo soy el que esta de visita.
-Bien podría correrte entonces.
-Adelante, sería libre.
No quería correrlo, pero si dejarlo ahí, a él y a ese sentimiento de miseria tan molesto, pero sabía que no siempre era así, que este solo era un día malo.
-Es mi mejor amigo, no digo que sea correcto en su forma de actuar pero...
-Antes de tu amigo fue tu pareja y sabes porque sigue aquí. Ni siquiera yo debería ponerte en esa situación. Pero parece que tiene ciertos privilegios.
-¿Podrías parar? ¿Has venido a verme o a pelear?
-He venido por las cadenas que me he impuesto, pero hoy no soporto la condena.
- ¿Y solo eso soy?
-Ojala que fueras solo eso, pero no estoy aquí por las cadenas.
Nuevamente se recargó sobre su hombro y él cedió ante la presión, pasando su brazo hasta aquel lugar donde tenía aquel tatuaje, que alguna vez fue un Sol.
- ¿Qué harás cuando yo no esté? ¿Volverás con él?
-Nunca. No repito cadenas.
Y mientras ella terminaba su frase y exhalaba el humo, el siguió viendo hacia la guirnalda, ignorando su pequeño ritual de despedida, pensando si acaso esto también era libertad.
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