domingo, 25 de octubre de 2015

La receta de la felicidad: Capítulo II

La situación económica de Victoria era bastante estable. Siendo su padre veterinario y su madre dueña de un restaurante, jamás le faltó nada mas que su hermana. Aunque esta perdida le dejó severamente dañada, logró orientar este dolor hacia algo positivo: los animales.

Así fue que desde pequeña se propuso el estudiar veterinaria como su padre. El mismo día que llegó a esa conclusión, saltó encima de su padre en el sillón y le pidió que le enseñase como ser una buena veterinaria. Su padre se negó. Temía que el ver alguna otra tragedia, la podría transtornar de por vida, llevándolo a tomar una postura tan rígida, que inclusive le prohibió tener mas mascotas que su perro Suu, al menos hasta que madurase lo suficiente como para soportar este ambiente. Aunque ella se mostró inconforme en un principio, lo terminó tomando como un reto para demostrar su madurez lo antes posible.

Así fueron muestras de madurez, una tras otra, a las cual el padre solo sonreía y decía siempre algo parecido a "tienes que hacerlo mejor que eso ¿sabes?"; pero este tipo de cosas nunca afecto la determinación de Victoria. Así con el tiempo, también entendió la decisión de su padre sobre no tener mas mascotas, pues aprendió a cuidar bien de Suu, que aunque enfermó un par de veces, nunca estuvo mal atendido por su dueña.

Había pasado ya un par de años, habiendo llegado Victoria a la secundaria, y Victoria había demostrado sin lugar a dudas que era responsable, pero seguía teniendo ese pequeño... problema de carácter. Comprendiendo esto su padre, decidió ofrecerle una solución un tanto inmediata: Consigue un trabajo, eso debería servir para que confíes un poco en los demás. No había muchos lugares donde aceptasen a chicas de secundaria, por lo que trabajar en el restaurante de su madre fue lo mas viable.

Aunque no poseía ninguna verdadera habilidad culinaria, se empeñó en aprender lo suficiente como para no ser un estorbo. Empezó lavando trastes, después haciendo sopas, pero en lo que de verdad se desenvolvió bien, fue en los postres. Aunque no eran la octava maravilla (no le digan que escribí eso), ella disfrutaba mucho haciéndolos y probando nuevas recetas e ingredientes. Aun así, su avance en otro tipo de comidas no era tan bueno... de hecho podría decirse que la apartaban un poco de otros platillos. Eso hacía que existiera cierta fricción con los chefs, y en consecuente, le restaba puntos para su meta principal, la veterinaria. Victoria ha cumplido 16 años y ha entrado a la preparatoria.

Así también, Ernesto entró a la misma escuela, pero sus condiciones no fueron tan favorables como las de Victoria.

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