¡Que terrible armonía me invade!
y saca a pulsos el ardor interno y mis pesares;
cada uno va tentando mis deseos profanos
de expandir los campos de placer indecente.
Ese hedonismo increíble por no acabarse,
en los desastres admirables por implacables;
es aquí donde el olvido se redacta encanto
de los lirios y terror de los impecable.
Muerte en los intentos de vida desgastados,
vida en la muerte de ser inquebrantable;
con la moral en alto, de frente a girasoles,
ardiendo inútil en lo inefable.
Me ha tomado dos caídas el decanto,
el desborde ocasional de sentimientos,
que si bien no amables, incandescentes,
y por tanto cálidos para mi mente.
Son los pasos erróneos en el intento,
y el intento en vano del fracaso,
que al creer de haberme caído,
descartase todo mi vino y mi sangre.
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