lunes, 22 de febrero de 2010

obra 2: la tienda de antigüedades




Existió alguna vez una pequeña muñeca de cristal en un aparador, sus ojos eran como puñales enterrados en mi espalda, misteriosos como la misma muerte y lastimosos como aquellos que osaron enfrentarla. Eventualmente, como un amante del dolor y las punzadas, me vi ligado a caer en sus brazos vulnerable y a aliviar el oscuro vacío de sus deseos decaídos.
Fue soñado más de una vez aquel momento. Recuerdo buscarla en cada silueta, cada garabato, y por más que intentase hablarle, jamas entendía mis palabras. Tristemente ahora puedo asegurar que jamas lo iba a hacer. Gastados fueron mis anhelos e inspiraciones, tan solo esperando el mínimo grado de atención. Recibir una sonrisa bastaba para soñar un día mas. Para levantarse e intentarlo, para respirar.

Escalón a escalón, subí con cuidado el camino tambaleante de peldaños rotos hacia su corazón. Increíble el desenlace que me llevó hasta ella, y es que a mitad de las escaleras se soltó en lágrimas y dolor. Me vi cayendo, esta vez mas allá del suelo, mas profundo en la razón...

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