Cuéntese
del hombre que parecía enamorado de la Luna. Desde que tenía cinco años, buscaba
cada noche y sin falta a aquel satélite de tonos blancos y amarillos. Le amaba con
cada forma y tamaño que mostraba, pero mientras más cerca le tenía, más sonreía
y más alegaba que ella bajaría un día a llevarle consigo. Cuando cumplió los
diez, supo que aquello nunca pasaría, así que decidió ir a buscarla en persona.
Sabiendo lo difícil que sería volverse astronauta, comenzó a leer libros
adelantados a su grado, y practicaba cada fin de semana en el fondo de la
piscina, caminando por debajo y llenando de estrés a su padre.
El día
llegaría, y acabados los estudios, estuvo listo para entrar al programa
espacial, sometiéndose a pruebas para las cuales había practicado toda su vida,
ganándose pronto su puesto. La misión era exploración, buscar minerales raros, y
estudiar en entorno. Los nervios le consumían mientras caminaba junto a su
equipo hacia la nave. Jamás había demorado tanto en colocarse un cinturón y
sudaba sin medida. En aquel momento era imposible verla, pero sabía que pronto
estaría con ella. Realizaron el protocolo de despegue paso a paso, siguiendo
las directrices de la torre de control, pero entonces, uno de los sensores en
el sistema de combustión falló, y la luz del día fue opacada durante un efímero
instante por el color del Sol al atardecer y el de la mañana que en un parpadeo
figuraban abrazarse.
Cuando
volvió a abrir los ojos, ahí estaba, junto a ella, como siempre había querido.
“Madre,
hace mucho que quería verte”.